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El carisma de Obama no pasa el test del debate por la reforma de salud

 

www.cronista.com


1 de septiembre de 2009

 

No fue exactamente una cita digna de Kennedy, pero en un foro online de la semana pasada... Barack Obama resumió el deteriorado clima político en el que se encuentra diciendo: “hay una época, cuando agosto avanza sobre septiembre, en que todos en Washington se hacen pis. No sé que es, pero eso es lo que pasa”, dijo el orador en jefe de Estados Unidos.

Cuando Obama asumió la presidencia, la mayor parte de la gente de Washington pensaba que compensararía su falta de experiencia gubernamental con su capacidad para seguir siendo el mejor vendedor político de su generación, como lo había sido durante la campaña. Pero, como presidente, su habilidad para vender sus políticas más importantes –particularmente la reforma al sistema de salud, que es la pieza central de su agenda doméstica– ha resultado mucho más débil de lo esperado.

En vez de electrificar al país argumentando la necesidad de reformar un sistema de salud que es caro y tiene un alto nivel de exclusión, con demasiada frecuencia pareció reaccionar a la caracterización que otra gente hacía de sus planes. Como resultado, Obama está viviendo algo parecido a una pesadilla en agosto.

Una encuesta aparecida en el Washington Post indica que ahora sólo 49% de los estadounidenses confían en que Obama siempre “hará lo correcto”, comparado con 60% en abril. Otras muestran que actualmente una estrecha mayoría de norteamericanos se opone a la reforma de la salud. Incluso entre los millones de progresistas que ayudaron como voluntarios en el esfuerzo electoral de Obama, hay muchos que están cada vez más desencantados con el hombre que prometió traer el cambio a Washington.

El jueves Obama trató, tardíamente, de recurrir otra vez a esa base de datos de 13 millones de voluntarios electorales en un esfuerzo por generar en sus bases la misma pasión a favor de la reforma que los activistas conservadores están mostrando para oponerse a ella. Pero, como explicó Jane Hamsher, una líder entre los bloggers del progresismo, Obama está descubriendo la verdad de la máxima que dice: “Se hace campaña poéticamente, pero se gobierna en prosa”.

“En una campaña se puede generar mucho entusiasmo porque uno no tiene que descender de las exaltadas generalidades. Pero cuando se trata de articular políticas reales en el poder, no hay dónde esconderse. Somos muchos los que estamos muy desilusionados con lo que vemos”, dijo Hamsher, quien está decepcionada por la disposición de Obama a llegar a acuerdos con los grupos de lobby del área de la salud para lograr que se apruebe la ley.

Los índices totales de aprobación de Obama, que están entre 51 y 57%, se mantienen relativamente sólidos, aunque por debajo de los dos tercios de sus primeros 100 días en el cargo. Sin embargo, el colapso de agosto en el apoyo a la reforma de la salud tomó a la Casa Blanca por sorpresa.

La lucha contra el prejuicio

Las encuestas recientes muestran que ahora una gran minoría o una pequeña mayoría de estadounidenses creen cosas prácticamente míticas sobre los planes del presidente. Entre ellas figuran el temor a que Obama quiera llevar adelante una toma del sistema de salud por parte del gobierno. También se dice que planea utilizar financiamiento público para los abortos, que los inmigrantes ilegales tendrán seguro de salud gratuito y que los burócratas podrán retirar el programa denominado end-of-life, creado para mejorar el cuidado de los ancianos y permitir a más pacientes vivir y morir en el lugar que elijan. Todas estas suposiciones son falsas.

Los intentos de Obama por corregir, con su estilo de profesor, estos temores infundados –muchos de los cuales fueron alentados por presentadores de programas radiales– no han hecho mella en la declinación del apoyo. David Rothkopf, un alto funcionario del gobierno de Bill Clinton que vio evaporarse el respaldo al presidente tras el fallido intento por reformar el sistema de salud en 1994, señala que ve algunos paralelos.

“En lugar de dar 100 razones por las cuales la reforma es necesaria, el presidente debería dar sólo una. Es preciso que siga repitiendo simplemente que el sistema de salud está llevando a Estados Unidos a la quiebra y que no podemos permitirnos tener a 50 millones de personas sin un seguro de salud”, resumió Rothkopf, quien de todos modos predice que Obama logrará este año que aprueben una ley de salud más modesta.

El deslucido esfuerzo de venta de Obama empeoró por el hecho de que tercerizó el diseño del producto, transfiriéndolo al Congreso. Obama trataba de evitar el error de Clinton, quien envió un paquete ya cocinado al Capitolio sobre una base de “tómenlo o déjenlo”. Por eso articuló unos pocos principios y dejó los detalles en manos de los legisladores demócratas.

Sin embargo, el problema es que estos demócratas constituyen un grupo heterogéneo que abarca desde progresistas provenientes de grandes ciudades –que quieren una opción de seguro público robusto, que competiría con los planes privados– a los centristas provenientes de estados rurales, que en cualquier otra democracia serían clasificados como conservadores, y que consideran que la opción pública es el caballo de Troya de la “medicina socializada”. En consecuencia, no es sorprendente que el Congreso haya producido cinco proyectos diferentes. Como dijo una vez Will Rogers, el gran comediante estadounidense: “No pertenezco a ningún partido político organizado. Soy un Demócrata”.

Bill Schneider, que es uno de los principales analistas políticos de Estados Unidos y miembro de Third Way, el think-tank centrista, comentó que Obama debe decir cuál versión prefiere y mantenerlo. “Si uno está tratando de vender un producto, ayuda saber qué producto es o, por lo menos, tener una versión disponible. No se puede acusar a la base de apoyo de Obama por no demostrar mucha pasión por las reformas, cuando están confundidos sobre cuáles son esas reformas”, puntualizó Schneider.

Algunos observadores creen que la situación es tan mala que Obama debería abandonar la reforma. Consideran que el presidente subestimó hasta qué punto la recesión desalentaría el apetito de reforma del público. Para ellos, seguir adelante con el esfuerzo y no lograr sus objetivos en materia de salud podría hacer descarrilar su presidencia, como ocurrió con los Clinton.

“Las propuestas de los demócratas han sido tan caricaturizadas que el contenido ya no importa. Cuando uno está en un pozo tiene que dejar de cavar”, dijo Charlie Cook, un analista veterano que pronosticó que los demócratas están en vías de perder por lo menos 20 escaños en las elecciones parlamentarias del año próximo.

Pero otros señalan que agosto es tradicionalmente la estación tonta de los medios de comunicación y Washington está sufriendo una ola de calor. Obama podría volver de sus vacaciones y lograr un acuerdo de compromiso que consiga algún tipo de reforma al sistema de salud capaz de convertirse en ley en el otoño boreal. Es posible que decepcione a los progresistas, pero teniendo en cuenta lo que ha ocurrido en los últimos 70 años, será una proeza lograr cualquier tipo de reforma.

“La gente se confunde y cree que el presidente es el Comandante en Jefe de la economía, cuando el realidad nadie lo es. Si la economía sale de la recesión, Obama estará bien. Bill Clinton sobrevivió al juicio político por el caso de Monica Lewinsky porque la economía estaba creciendo”, agregó Schneider.

Por otra parte, la capacidad de Obama de conservar la cabeza cuando otros la perdían lo sacó de apuros en agosto pasado, cuando muchos predecían que estaba en vías de perder las elecciones. 


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