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Mascotas pueden ser una saludable
compañía en la vejez
Ayudan a mantener la actividad mental y física durante
los "años dorados". La clave está en saber
escoger al acompañante apropiado.


Por Manuel Fernández Bolvarán, El Mercurio

Chile

16 de febrero de 2007


Jeannette Asfura ni siquiera espera a que le pregunten para hablar de Lulú, su pequeña mascota de cuatro años. "Mis hijos me dicen que antes, cuando me llamaban por teléfono, lo único que hacía era quejarme por mis dolores, pero ahora de lo único que les converso es de la perrita", cuenta esta mujer de 76 años, que nunca antes había tenido un animal en casa.

Su caso no es aislado. Cada vez son más los adultos mayores que pasan sus días en compañía de una mascota. "Es un recurso terapéutico que ha sido muy eficaz en todo el mundo para mejorar la calidad de vida de estas personas", cuenta Juan Carlos Molina, geriatra del Hospital Clínico de la Universidad de Chile. Agrega que ello se explica pues "se da una especie de simbiosis en que el afecto y cuidado se ve recompensado por la compañía".

Sanos compañeros
Los beneficios de tener animales a esta edad son múltiples. Ya el solo hecho de tener que cumplir con ciertas rutinas -como preocuparse de las vacunas o alimentarlos- es algo que mantiene a las personas más activas.

De hecho, el sacarlos a pasear reduce el sedentarismo, que se estima que afecta al 98% de los adultos mayores. Un punto clave, pues según la Agencia de Salud Pública de Barcelona, el pasear tres veces al día a la mascota puede significar un consumo de hasta 140 calorías.

También son de ayuda en caso de que la persona sufra de hipoacusia o deterioro auditivo. En tales casos, la mascota puede ser una especie de timbre que le avise a su amo cuando suene el teléfono o si alguien golpea la puerta.

Pero los principales beneficios pasan por lo anímico. "Hay muchos adultos mayores que se sienten solos o que piensan que no le importan a nadie. A ellos les recomiendo tener una mascota, pues el tener la ocupación de cuidarla puede ser un resguardo ante la depresión", explica el doctor Molina.

"La Lulú es un amor. Me dio vida y alegría. Le agradezco a Dios y a mi hija, que fue quien me la regaló", dice Jeannette Asfura, quien vive sola desde que enviudara, seis años atrás.

"Para mí, Campanita es el otro integrante de la casa. Tiene hasta sus propias mañas", dice sobre su loro Clara Cabrera (74). Ella disfruta la rutina de darle comida por las mañanas y de tirarle agua para que se lave. Lo único que no hace es conversarle. "Es que me imita", explica.

Igual de positiva ha sido la experiencia de Concepción Donoso (83), con su pareja de inseparables: "Son como pequeñas personitas, no soy una fanática de los animales, pero me gusta sentarme a mirar las cosas que hacen y cómo cantan. Me alegran mucho estos pajaritos".

Elegir bien
Muchos hijos regalan a sus padres mascotas para que les sirvan de compañía durante la adultez mayor. Pero la selección del animal no debe ser dejada al azar.

Lo primero es evaluar si la persona necesita o no este acompañamiento. "Hay personas que tienen mucha vida social y un animal puede perjudicar eso. Por ejemplo, si la invitan a un viaje, puede que deba rechazarlo por no tener con quién dejarlo", apunta el geriatra Juan Carlos Molina.

Lo siguiente es evaluar las competencias físicas y mentales de la persona. Animales grandes o que necesiten demasiada atención pueden ser una carga en vez de un alivio. "Por eso no me gustan los gatos, hay que cuidarlos mucho y pelean todos los días", comenta Clara Cabrera.

Por otro lado, es fundamental preocuparse de que el adulto mayor no sea alérgico a la mascota que se tiene en mente.

Un punto relevante es que la mascota se adecue al espacio físico del amo. "Mucha gente que está sola opta por vivir en departamentos. Y si tiene un perro grande no lo va a poder llevar consigo", asegura Molina. Añade que hay que considerar eso, pues "el impacto emocional de la separación puede ser muy fuerte para el adulto mayor".

Algo peor le ocurrió a Concepción Donoso, quien antes de tener sus inseparables era acompañada por un canario. "Yo gozaba con él, cantaba muy bonito. Pero un día en la noche lo fui a ver y me lo había matado un pájaro negro", recuerda.

Sin embargo, pese a los riesgos, la mayoría de las experiencias son satisfactorias. Es que, como dice Jeannette Asfura, "tener un animalito regalón le termina cambiando la vida a uno".

Efectos positivos
Un artículo aparecido en el "British Journal of Health Psycology" plantea que quienes tienen mascotas tienden a ser más sanos que el promedio de la población. La mascota más saludable resultó ser el perro. "Es posible que ellos promuevan el bienestar apartándonos del estrés, que es uno de los mayores factores de riesgo de enfermedades", señaló Deborah Wells, psicóloga de la Queen's University y autora del estudio.

Tener un animal también ayudaría a reducir la presión arterial y el colesterol. Además, se cree que los perros serían un factor positivo en la convalecencia de ataques cardíacos.

PASEOS
140 CALORÍAS consume una persona de 80 kilos de peso en sacar a pasear al perro tres veces al día, el equivalente a 15 minutos de trote o a un plato de pasta.


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