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El dilema de la tercera edad

 

Pablo Kornblum, ElArgentino.com

 

03 de Noviembre del 2008

 

Argentina

 

El dilema comenzó a ser discutido cuando estos países se encontraron con una población activa decreciente para solventar a esta población pasiva creciente. Ante esta situación se han planteado diversas soluciones, todas de difícil concreción y un alto costo político: ya sea elevar el número de inmigrantes, aumentar impuestos, incrementar los niveles de producción y productividad, o retrasar la edad jubilatoria, entre otros. 

Pero aunque las discusiones son arduas, los países desarrollados tienen algo en claro: la situación de sus mayores es una cuestión social y no un problema de rentabilidad económica. Por lo tanto, las soluciones deben provenir de parte del Estado y no del mercado.

EMERGENTES. La situación de los países emergentes difiere de la del Primer Mundo. Por un lado, las falencias socioeconómicas imposibilitan el crecimiento de la longevidad, así como también fortalecen la sustentabilidad de la tasa de natalidad por la falta de educación y políticas públicas de procreación responsable. 

Pero el aspecto positivo que implica la estabilidad de la relación entre ciudadanos activos/pasivos se contrapone con las cuestiones centrales a resolver para los países del Tercer Mundo: cómo mejorar los indicadores de la población activa en relación con el trabajo, la educación y la producción; en definitiva, cómo proveerle herramientas a esta clase productiva para poder solventar económicamente al sector pasivo.

Dentro de este contexto, nos encontramos con que la ola neoliberal propagada por el mundo en la década del ’90 llevó a que algunos de sus mejores alumnos, todos ellos países en desarrollo, implementaran el sistema de capitalización. 

Siguiendo los lineamientos del Consenso de Washington, cada individuo tenía derecho a capitalizar el dinero que le era propio, por lo que no era ético ni eficiente permitir que el Estado socialice los aportes obtenidos por cada ciudadano durante su vida laboral. 

El dilema que surge es que para capitalizar un monto de dinero suficiente que le permita a los aportantes vivir los últimos años de su vida con dignidad, deben ocurrir dos situaciones fundamentales. 

Por un lado, a nivel estatal, debe existir una cierta estabilidad de las variables macroeconómicas, así como también una institucionalidad sólida y transparente (bajas tasas de inflación, eficiente administración gubernamental, etcétera). 

Por el otro, los aportantes deben tener una vida laboral constante con salarios dignos. Por citar un ejemplo, la capitalización de aportantes que sólo trabajaron de manera registrada por salarios de subsistencia la mitad de su vida activa no será lo suficientemente rentable para que puedan recibir una jubilación o pensión que les permita disfrutar de una digna calidad de vida durante su vejez. 

Los Estados más desarrollados comprendieron este concepto, y aunque se encuentren mejor preparados para enfrentar la idea de la capitalización individual, la inestabilidad de la globalización financiera internacional en el largo plazo ha vetado toda posibilidad de instaurar el sistema fronteras adentro. Pero como en tantas industrias y servicios corporativos transnacionales, el proteccionismo interior se ha traducido en liberalismo exterior.

Para citar un ejemplo conocido, el gobierno español regula los intereses de Telefónica dentro de la península ibérica, contrariamente a su política exterior, donde defiende con rigor la rentabilidad corporativa ante los gobiernos del mundo. Lo mismo ha ocurrido con las AFJP. Con la ayuda de los gobiernos de sus casas matrices, han realizado acuerdos con las elites de los países del Tercer Mundo para que permitieran que se haga realidad un sistema que sería inviable política y económicamente en el mundo desarrollado.

Para concluir, podemos decir que la crisis financiera global confirma las ineficiencias de un sistema de capitalización que sólo brinda previsibilidad, solidez y rentabilidad en las épocas de bonanza. 

Sólo el Estado, con un proyecto serio y sustentable a largo plazo, posee las herramientas, la información y el manejo de las variables macroeconómicas para el diseño de un sistema que asegure una digna calidad de vida para todos los jubilados y pensionados. Sobre todo para los millones de obreros y asalariados que en un mundo cada vez más desigual y con crisis recurrentes tienen poco o nada para capitalizar.


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