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Presos de la vida en Los Valles


www.eldia.es

1 de noviembre de 2009

España

Valle Grande, Valle Brosque y Valle Crispín son los valles. El primero por extensión; el tercero, por un vecino, y Brosque por el apellido, sin documentar, de Cho María y Cho Juan, que vivían en una cueva de época aborigen. 
Extensión.- Desde Dos Barrancos hasta la cumbre lindando con Roque La Fortaleza, el Caserío de Catalanes y el llamado Descansadero donde los aborígenes reposaban tras cortar y acarrear leña del monte.

Población.- Sobre 60 familias y unas 200 personas. 

Servicios.- La orografía marca y para recibir educación o sanidad, hay que ir a María Jiménez. Todo queda lejos de esta abrupta zona rural. 
TACHI IZQUIERDO, Tenerife 

El Macizo de Anaga tienen un valor natural incalculable. En su paisaje y vitalidad tienen un papel esencial todos aquellos cientos de personas que habitan por sus desperdigados caseríos. En Valle Grande hay un caserío llamado Casas del Cabo, donde sus habitantes están sometidos a la paralización del tiempo, con años de reivindicaciones que no persiguen más que unas condiciones dignas de vida.

En esta zona residen unas 20 familias, con sus miembros en un proceso inevitable de envejecimiento que los obliga paulatinamente a abandonar el lugar, pues la carencia de equipamientos no facilita su estancia, igual que ocurre con las familias más jóvenes y con hijos pequeños, que deben enfrentarse a una difícil adaptación y una lejanía que los obliga a pensar en nuevos enclaves.

El primer inconveniente lo encontramos en los accesos al núcleo de población, para el que exigen, como mínimo, un espacio suficiente para el paso de una silla de ruedas, pues su estado de deterioro es un inconveniente, incluso, para los servicios sanitarios. Este impedimento condena a las personas mayores "a permanecer aquí y a no hablar con nadie de nuestro entorno", señala Carmen Álvarez, presidenta de la asociación de vecinos Los Valles.

Los escritos se amontonan desde hace más de dos décadas, demandando un acceso digno para el grupo de 20 viviendas, donde también, quienes habitan en él, no ocultan que "lo pasamos con bastantes penitas".

Las carencias, sobre todo, hacen mella en las personas mayores. Algunas como Manuel "se han tenido que ir a vivir fuera porque depende de una silla de ruedas con la que no puede acceder más allá de su domicilio", explica Carmen.

Mucho abandono

En este núcleo malvive Lucas Pérez, quien por su discapacidad ve muy mermadas sus posibilidades de desplazamiento. Sin embargo, lamenta que tanto él como otros vecinos "no podamos hacer nuestra vida con toda normalidad", pues asegura que "esto es imposible, y sufrimos un engaño porque no están haciendo nada por nosotros, y llevamos muchos años batallando y nada de nada". 

Sólo pide un pequeño camino por el que salir de las casas, pues explica que tras la obra de la carretera "se olvidaron de nosotros; no tenemos ayudas de ningún tipo y nunca llegué a entender lo que hay, porque el gobierno es tan grande que uno se pierde en él".

La presidenta de Los Valles afirma que "es mucho abandono y un peligro enorme para una persona discapacitada. Yo los llevo a todos para que conozcan de primera mano las respuestas de Urbanismo, donde nos dijeron, en el caso de un muro que se desprendió en la casa la Lucas, que era privado y que por eso no lo arreglaban, cuando esa es una zona de paso que puede afectar a otras personas". Carmen comenta que ha recurrido a la concejal del Distrito de Anaga, Luz Reverón, "y me dicen que está muy ocupada, porque también lleva Urbanismo, y que tomarían nota para analizarlo cuando tenga tiempo". 

Lucas no puede hacer cosas cotidianas como ir a tomar un café, comprar el periódico o mantener charlas con los conocidos, pues está obligado a permanecer en el escaso espacio de su domicilio, pasando el tiempo en un pequeño huertito en el que poco a poco va plantando su sustento. Señala que cuando va a una excursión "me traen por la noche, pero es que aquí, ni si quiera, viene el camión de la basura".

Carmen Álvarez dijo que "no sólo está afectado Lucas, sino las demás personas que viven aquí, y lo que no queremos es que se olviden de nosotros". En los tres valles creen que no hay solución a ninguna de sus demandas, y según la dirigente vecinal, "sus gentes viven condenados y sin derecho a ir a un club de la tercera edad, a una excursión o cualquier otra actividad. Aquí no hay salón cultural, donde incluso recibir formación en distintas materias. Nuestra gente no tiene derecho ni a ir a jugar a las cartas, porque no pueden salir como otras personas mayores de la capital".

Además, señala que en la carretera de acceso a los valles "no hay alumbrado público, algo que supone un peligro para quienes pasen por ahí".

Álvarez también pone de relieve que la señalización de tráfico para estas zonas de Anaga no existe, "y nos vemos con el problema de que ante una urgencia las ambulancias no saben cómo llegar. Después de María Jiménez, no hay indicación hacia Valle Grande, Valle Broque y Valle Crispín".

Lucas Pérez pide más unión de los afectados para que "hagan algo, pues, que yo recuerde, han sido muchos los políticos que han desfilado por el pueblo, pero se han olvidado. Aquí han estado de todos los colores, y seguimos esperando a que cumplan sus promesas".

El caso más sangrante

El caso de Lucas Pérez, quien hace unos años sufrió un accidente de moto que lo obliga a desplazarse con el apoyo de sus muletas, es espacialmente sangrante, pues se sobrepone a su difícil situación con una escasa pensión, que apenas le da para rehacer un muro de su vivienda que se desplomó durante las últimas lluvias. Recurrió a Urbanismo para pedirles ayuda, pero la respuesta ha sido negativa, porque le manifestaron que se trataba de un domicilio particular, aunque él señala que "no entiendo lo que me han querido decir, pero sí tengo claro que no lo quieren hacer". Lo poco que cobra es para cubrir los gastos de agua, luz, teléfono y los taxis para ir al médico. Cada vez que hace alguna de sus escasas incursiones fuera de Las Casas del Cabo, Lucas señala que le "cuesta un rato llegar hasta la carretera, pues la vereda es impracticable para una persona en mis condiciones". No oculta que le gustaría salir más a menudo de la zona, y desplazarse hasta la carretera para hablar con otros vecinos. Tras la caída de la pared vive preocupado, porque "está a punto de desprenderse", pues además hay unas grietas en la terraza de su casa que "dan la sensación de que se va a desplomar en cualquier momento".


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