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La Guerra de 'Martín Llanos' Llena de Dolor las Vidas de las Mujeres en Monterrey (Casanare)
El Tiempo, Jineth Bedoya Lima
Colombia
Octubre 10 de 2004
Padres, hermanos, hijos y esposos han tenido que cumplir a las buenas o a las malas con la 'obligación' de pelear en las filas del jefe paramilitar.
En eso coinciden funcionarios de la alcaldía y la Policía, según los cuales, los hombres del pueblo también se han tenido que enrolar en el bloque Casanare de las autodefensas.
"Aquí, sin quererlo, todos han resultado metidos en la guerra paramilitar y no por gusto o tradición", señala un agente.
Monterrey es un pueblo agradable a primera vista. La gente es cordial y las autoridades hablan con la prensa sin prevenciones. Sin embargo, cuando se les consulta a sus habitantes por la presencia de los grupos armados (los bloques Centauros y Casanare), la respuesta es la misma: "estuvieron alguna vez, pero ahora es una paz completa".
No es lo mismo que se siente es sus calles, cuando disimuladamente, hombres de sombrero, botas, con armas en la cintura y en motos, empiezan a rondar ante la presencia de extraños que indagan sobre algo o alguien.
Con ese mismo disimulo, Clemencia Vargas*, una anciana de unos 75 años, se acerca a los periodistas y señala que la cosa se calentó en Monterrey desde finales del mes de julio, cuando los hombres del bloque Centauros lanzaron una nueva arremetida contra los de 'Martín Llanos', y luego empezó la de las autoridades.
"Todos sabemos que esto ha sido de 'Martín'. Pero con tanta guerra, los combatientes se le han acabado. Los que reclutó de aquí y los que trajo de otros lados", dice hablando casi entre los dientes. "Que no me vean hablando con usted, porque van a creer que le estoy contando algo", musita la mujer.
Como ella, otras mujeres se atreven a hablar a escondidas. "Es que al fin y al cabo el dolor solo lo cargamos nosotras, porque a los hombres de este pueblo les ha tocado es la parte de las armas", agrega la anciana.
Muerte y esperanza
Sin embargo, lo que para las mujeres de Monterrey es "un puñal clavado en el alma", para don José, un simpático anciano desdentado y conversador, es la posibilidad de ganarse unos pesos extra:
"Si alguna de ellas identifica a los muertos, yo lo llevo a la funeraria y ahí me dan mi comisión...", dice sonriendo tímidamente mientras le espanta las moscas a los cadáveres.
"Es la ley de la vida, unos tienen que morir para que otros vivamos", agrega y se va a buscar un poco de sombra debajo de un árbol.
Desde allí es más fácil observar el dramático cuadro de visitantes.
"La pelada que llegó ahí está embarazada, tiene como cuatro meses y el marido es un culicagado de 16 años que se fue para las filas apenas la preñó. No por no responder, sino porque lo reclutaron como a otros que se llevaron de aquí de Monterrey", dice don José secándose el sudor de la cara.
Ya sobre el medio día, el primer grito señala que por fin alguna de ellas identificó un cadáver. Sin importar el estado del cuerpo, Soledad Quintero, que tiene por lo menos 15 años, se acurruca frente al cuerpo, le pasa las manos por las piernas y busca un tatuaje que su novio se mandó hacer en el tobillo, el pasado febrero.
"Lina, es él", es lo único que atina a decir, después de tomar la cara del joven entre sus manos. La tragedia de la jovencita se refleja en todas las personas que están en el pequeño cementerio y en las mujeres que aún guardan la ilusión de que sus familiares no estén ahí.
Mientras tanto don José se echa viento con un pañuelo y dice que ya no le duele tanto porque ha tenido que enterrar a muchos niños en los últimos años, en su mayoría a todos los que vio nacer y crecer en Monterrey.
"Por este que ya está identificado me pueden dar 80 mil pesos, con enterrada y todo", dice como si estuviera hablando de una transacción comercial. Para él lo es.
Recuerda que muchas veces los mismos paramilitares le han llevado a la puerta del cementerio los cadáveres. Él los recoge y cuando sabe que no van a llegar dolientes, los sepulta como N.N.
"A veces llegan seis o siete. Despende", señala.
Para la funeraria, son días 'buenos' porque saben que la ofensiva militar contra 'Martín Llanos', va a dejar muchos muertos más.
"Lo peor es que ahora se van a venir también los del finado 'Miguel Arroyabe' y la cosa va a ser peor", dice un joven.
"Faltan muchos días para que las mujeres de Monterrey tengamos paz en el corazón", agrega una de ellas. La mayoría de sus hombres tienen los destinos cruzados con la guerra.
Otro caso es el de Soledad Quintero*, quien desde el día en que conoció a su compañero, ya presentía que alguna mañana tendría que ir a identificar su cadáver.
El mismo presentimiento rondaba a su mamá y a sus dos hermanas. Para ellas era claro que muy seguramente William Clavijo no alcanzaría siquiera a cumplir la mayoría de edad.
Lo que esperaban se cristalizó el pasado 30 de septiembre, cuando las cuatro mujeres corrieron en romería junto a otras novias, madres y hermanas al cementerio de Monterrey (Casanare) a identificar cuatro cadáveres.
La noche anterior los había llevado el Ejército. Eran supuestos paramilitares y habían muerto en medio de la ofensiva de la Brigada 16 contra 'Martín Llanos'.
La operación 'Santuario'
Las Brigadas I y 16 del Ejército lanzaron la operación 'Santuario' contra 'Martín Llanos' y unos 500 hombres del Bloque Casanare, el pasado 7 de septiembre en los municipios de Monterrey, Tauramena (Casanare) y San Luis de Gaceno y Páez (Boyacá). El balance de 34 días de operaciones es de 32 presuntos paramilitares muertos, 99 capturados, y la deserción de 181, la mayoría menores de edad.
Así mismo, la Brigada 16 ha incautado 297 fusiles, 69.000 cartuchos para fusil, 159 granadas y 120 minas antipersonales.
Por su parte, el Alto Comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo señaló sobre el Bloque Casanare que con 'Martín Llanos' se reunieron desde finales del 2002 hasta mediados del 2004, unas 15 veces. "Todo ese tiempo este grupo violó el cese de hostilidades. El 2 de agosto el Presidente lanzó un ultimátum a todos los grupos de los Llanos Orientales para que se desmovilicen de inmediato", agregó.
Las últimas interceptaciones radiales que logró obtener inteligencia militar, señalaban que 'Martín Llanos' le pedía a un grupo de 50 hombres que estaban en Tauramena, que "como fuera" se movilizaran hasta un punto en San Luis de Galeno hasta donde había llegado después de burlar uno de los cercos que le tendió el Ejército en medio de su huida, que estaba sin munición y con problemas de salud, al parecer por una herida.
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