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Arcilla que se Transforma en Vida

El Colombiano, Isolda María Vélez H.

Colombia

Marzo 1, 2004




Ella, sin proponérselo, resumió en una frase una verdad que todos los que la estaban escuchando la han sentido rondando en su alma, sobre todo después de que cruzaron la barrera de los 60: "quiero sentirme útil". 

Mientras asentían con la cabeza, sus dedos amasaban arcilla sobre una mesa. 

El grupo de ocho mujeres y un hombre seguía atento las instrucciones del escultor Elkin Castañeda que, de cuando en vez, hacía un alto para mencionar las bondades de un programa que está dirigido a los adultos mayores. 

La voz de Teresa Cardona interrumpe de nuevo para señalar que el trabajo con el barro y la arcilla le sirve como terapia para combatir la artritis que la aqueja desde hace algún tiempo. 

Al amasar siente que los dedos vuelven a la vida y esa sensación la anima a participar en los cursos de cerámica y alfarería, que dictan en el Centro Día Gerontológico. 

Ese proyecto, que comenzó hace casi dos décadas con reuniones en casas de vecinos, bajo el liderazgo de Rosalba Ortega y el acompañamiento de las hermanas Leticia, Cecilia y Luisa Carmona, acoge hoy a 380 personas que encuentran un espacio para sentirse valiosos y acompañados en el camino de la vejez. 

Gracias a un convenio con la Dirección Seccional de Salud de Antioquia, el Centro Día del Municipio de La Ceja acaba de recibir dos hornos, uno de gas y otro eléctrico, para fortalecer el taller de cerámica y alfareria que comenzó a capacitar a los adultos mayores desde noviembre del año pasado. 

Arcilla y pan 
El ejercicio de amasar la arcilla continúa para los nueve aprendices. En el salón contiguo otro grupo de personas hornea panes, panderitos, pasteles de guayaba y pandebonos. El olor se esparce por el taller y anuncia la hora del receso. 

Juan Ortiz y Luz Marina Gómez, vestidos con sus gorros blancos y delantales de panaderos, encarnan a la pareja de esposos que ahora, en su etapa de jubilación, disponen de todo el tiempo para aprender y compartir juntos, sin el afán de atender las responsabilidades hogareñas. 

Los lunes, martes y miércoles los dedican al curso de panadería (de ocho de la mañana a 1doce del día.) y en las tardes asisten a clases de flauta, estudiantina y a los ensayos de la banda marcial. Juan, cabeza de familia y padre de dos hijos que viven en Medellín pasa la mayor parte del día en el Centro. 

Luz Marina, en cambio, se priva de asistir a otros cursos porque no quiere descuidar los quehaceres domésticos. Una responsabilidad que no ha perdido con el paso del tiempo. 

"Nos encanta lo que aprendemos en el curso. Quién se iba a imaginar que a esta edad pudiera aprender tantas cosas útiles para la casa y para la vida", anota Luz Marina con orgullo, al reconocer que estar en el programa le ha permitido también integrarse a la comunidad cejeña. 

Afuera, en el corredor que bordea la casa sede del Centro, exhiben los trabajos elaborados con la arcilla. Pequeñas obras artesanales que son motivo de orgullo para quienes han pasado varias horas en el taller de Elkin, contorneando figuras que poco a poco se van transformando en frutas. 

"Por lo menos ya aprendí a hacer una manzana y eso es ya mucho cuento", apunta de nuevo, entre risas, Teresa Cardona.




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