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Despertar! 9 de Enero 2006 Música, teatro, literatura, telares
y hasta danza. Gracias a una iniciativa de la Universidad Católica
Boliviana la gente mayor se siente viva nuevamente. Las clases comienzan
otra vez en febrero.
Con prisa introduce en su bolsa un tajador gastado, un cuaderno
cuadriculado de 30 hojas con el rostro de Brad Pitt en la tapa y un lápiz
con el borrador marcado por traviesas mordidas. ¡Vas a llegar tarde a tu
escuela!, se escucha de repente desde la cocina la rigurosa sentencia de
Alejandro. Virginia se apresura: carga con urgencia su mochila al hombro y
entrega desordenadamente sus labios a un coqueto lápiz labial... La
estudiante está a punto de llegar tarde a sus clases sabatinas. Nada de extraordinario tendría esta escena si no fuera
que Virginia Velarde bordea los 70 años y que Alejandro, su nieto, aún
no ha pasado la etapa de la niñez. Pero más insólito aún resulta
escuchar desde los gastados labios de la maestra jubilada frases como:
"No puedo este sábado, tengo clases en la 'U'". Y es que la abuela de 65 años, que asegura haber
encontrado en la recta final de su vida la fuente de la eterna juventud,
ha vuelto a las andanzas... Aquellas de cuando era estudiante, claro está.
Pero no es la única. Junto a Virginia se encuentra todo un ejército de
rebeldes "ancianos" que desafía cada semana en las aulas del
colegio Sagrados Corazones de La Paz la creencia popular de que la vejez
es una suma nada más que de pérdidas. Velarde forma parte del más de un centenar de
estudiantes que el pasado diciembre se graduó de la Universidad de la
Tercera Edad -un proyecto del programa "En todo amar y servir"
(Petas), de la Universidad Católica Boliviana San Pablo (UCB)-, cuyo
objetivo es el de brindar a los adultos mayores herramientas que les
ayuden a mejorar su calidad de vida y su relación con el entorno
familiar. En resumen: "se trata de recuperar su
dignidad", asevera el sacerdote jesuita Ricardo Zeballos, que dirige
el novedoso proyecto y es, además, director del Departamento de Ciencias
Religiosas-Filosofía y Pastoral Universitaria de la UCB. La tercera no es la vencida "Antes me dedicaba únicamente a atender a los
nietos. No me preocupaba por mí. Ahora me he revelado y he creado un
espacio para volver a vivir", asegura Virginia, que el día de la
clausura del segundo semestre 2005 sorprendió a sus tres hijos bailando
una exigente chacarera con una agilidad que sería la envidia de cualquier
adolescente. Ese espacio de sana rebelión se gesta cada sábado por
la tarde, cuando Virginia deja sus obligaciones de abuela, sale de su casa
-su nieto le ayuda a armar su mochila- y se dedica a recibir un
aprendizaje intelectual, físico y espiritual hasta que el sol se oculta. "La tercera no es la vencida", exclama
Velarde, quien durante el proyecto despertó, entre otros, su veta de
bailarina. "Era bien timorata, pero hoy sé que aún puedo seguir
aportando a la sociedad", exclama. Y en esas sencillas palabras se
resume el valor del proyecto, considerado aún experimental. La Universidad de la Tercera Edad inició sus
actividades el año 2004 con el apoyo de la carrera de Sicología de la
UCB y el colegio Sagrados Corazones, en cuyas aulas se desarrollan los
diversos cursos que se dictan formalmente a los adultos de manera
semestral. La primera promoción del 2004 contó con una
participación de 36 alumnos. Sin embargo, el último semestre del 2005 se
superaron las expectativas con la presencia de 137 personas, en su mayoría
mujeres. La educación que reciben los adultos mayores es
multidisciplinaria y cada semestre gira en torno a una temática distinta,
que abarca el desarrollo de las habilidades manuales, físicas y también
mentales. Los encargados de dar vida al emprendimiento son un
grupo de docentes de la UCB, la UMSA, el Conservatorio Nacional de Música,
la Fundación Cajías y la Caja Nacional de Seguridad Social, que dictan módulos
en sicología, literatura, historia, telares, música, dibujo, danza, aeróbicos,
teatro y salud. "Abuelita, ¿hiciste tu tarea?" "Pareciera que en el mundo contemporáneo sólo
existe cabida para los jóvenes. Envejecer es una especie de pecado que se
paga con la indiferencia de la sociedad", expresa la profesional,
quien ha encontrado entre los ancianos serios problemas de autoestima.
"Mientras los años pasan son relegados a un segundo plano. Eso
provoca que se sientan unos seres inútiles". Es por eso que una de las primeras tareas de los
estudiantes que llegan a las aulas de la Universidad de la Tercera Edad es
la de dejar atrás aquellos mitos. Y, para ello, nada mejor que el
mantenerse activos. Por supuesto, los años no pasan en balde, reconoce la
sicóloga. El paso de los años, entre otros, afecta principalmente la
memoria y la habilidad física. Por eso, los estudiantes deben, en primera
instancia, reconocer las limitaciones de su edad. Aceptar, por ejemplo, el
hecho de que en la vejez la inteligencia se convierte en pragmática y mecánica.
Pero, al mismo tiempo, los docentes ayudan a los adultos mayores a
descubrir nuevas potencialidades, que les permiten al final recuperar su
autoestima. Y si existe alguien que ha logrado amalgamar toda esa
enseñanza con rapidez, esa es Julia Ticona. A sus 51 años, la estudiante
ha desempolvado durante los cursos de literatura un sueño de adolescente
que se encontraba sepultado. Desde su juventud, Julia tuvo el anhelo de convertirse
en una profesora de literatura. Pero llegaron el matrimonio, los hijos,
los nietos... y el tiempo le pasó factura. "Me dediqué por entera a
cuidar a mi familia y, de pronto, se volvió todo una rutina. Nunca pensé
que volvería a pisar un aula", confiesa con timidez, buscando
penetrar su vidriosa mirada en el pizarrón. Sin embargo, hoy Julia no puede estar más animada.
Recientemente retomó aquellos hábitos que se habían perdido en el
tiempo, como leer o coleccionar libros. Además, como parte de los
trabajos finales de literatura, la abuela inició la escritura de una obra
autobiográfica, que espera compartir, en primera instancia, con su
familia. A pesar de ello, para Julia el aprendizaje más
importante se halla fuera de los libros. "Aprendí a valorarme tal
como soy: un ser humano más..., con algunos añitos encima, pero un ser
humano al fin". Todos los días, la novel escritora, que ya pasó el
medio siglo de vida, se une a su nieto en la mesa y juntos hacen siempre
sus tareas. El aula, lugar de motivación Margarita Behoteguy, docente de literatura del proyecto
social, apunta con ese método a recuperar los recuerdos gratos de los
estudiantes. Para ello, la maestra trabaja los límites literarios de la
ficción y el manejo del tiempo y del espacio. El resultado es un cúmulo de vivencias personales
transcritas en papel que van de la mano con la propia historia del país.
A través de relatos bien logrados, los adultos mayores revivieron, entre
otros, el cansino caminar del gigante Camacho o el temblor del año 1946. Claro, volver a las aulas no es fácil. Y eso lo sabe
bien Marina Rodas Mercado (65), cuya vida, después de jubilarse como
enfermera, estuvo dedicada al hogar, "desde que amanecía hasta que
anochecía". "Me enteré de los cursos en el periódico. Llegué
a casa y le dije a mi familia: 'desde el sábado nadie me molesta, voy a
ir la universidad'... Nadie me creyó", cuenta la madre de cuatro
hijos que sueña con convertirse ahora en abogada. Hoy, son sus vástagos
los primeros en comprarle textos sobre leyes. Julia, por su parte, se levanta cada sábado al salir
el sol. Cocina el almuerzo para su familia y a las 13.30 deja su hogar en
Ciudad Satélite (El Alto) para dirigirse a sus clases. "Pero, ¿por
qué tan temprano?", pregunta su esposo. "Porque no quiero
llegar atrasada a la U". Las materias prácticas se inician cada sábado a las
14.30 y se extienden hasta las 16.00, hora en la que una pequeña campana
anuncia la llegada del "recreo". Entonces, se inicia el
refrigerio, espacio de media hora donde los estudiantes realizan
actividades de confraternidad -un día hasta se desarrolló una
improvisada competencia de trompos-. Las clases continúan luego hasta
las 18.00, ya con materias teóricas. "Muchos hicieron su hogar del proyecto, algunos
llevan desde tres semestres en los cursos", dice el sacerdote Ricardo
Zeballos, que espera que este año los cursos -que se iniciarán en
febrero- sean anuales. Un espacio de vida Educado en Argentina, donde salió técnico en sistemas
hidráulicos de aviones avanzados, este abuelo de 12 nietos fue seducido
por el deseo de vencer la soledad. A la 13.30, de un sábado cualquiera, Juan de Dios tomó
un bus donde observó a una mujer. "Me miraba no sé cómo",
dice. Al siguiente sábado, a la misma hora y en el mismo bus, se pusieron
a conversar. "Ella me invitó a participar de las clases y al final
me gustó y me quede aquí", narra Torres, quien despertó su
habilidad histriónica en el taller de teatro dictado por David Mondacca.
Unas semanas después, y por primera vez en su vida, Juan de Dios subió a
las tablas para representar a un mago. Así, inspirado en Marta (68), su
nueva pareja -también integrante de la universidad-, la memoria no le
traicionó y lo hizo perfecto. Y es que, como bien lo afirma Remigio Flores Lira (63),
en la Universidad de la Tercera Edad no hay nada que perder, pero sí
mucho por ganar. Y lo dice con conocimiento de causa ya que, a pesar de
haber perdido la vista hace más de una década debido a un mal congénito,
Remigio ha encontrado en los cursos un instrumento para recuperar la
confianza en sí mismo. Lo hace a través del acordeón, instrumento que el no
vidente está comenzando a descubrir. Pero es la declamación la que más
fascina a Remigio, quien no pierde la oportunidad de pasar al frente de
sus compañeros a recitar poemas. El aprendizaje no sólo está circunscrito a los
adultos mayores. Los docentes, los familiares y en especial las jóvenes
estudiantes de la carrera de Sicología de la UCB que participan del
proyecto también han recibido una lección de vida. "Mi madre ha cambiado". "Quiero saber si
esto es real". "Ahora me llevo bien con mi suegra". Esas
son algunas de las confesiones que los docentes suelen recibir de parte de
los familiares de los alumnos. "Hay familias en las que nadie había tenido un
estudio superior, pero inspirados en sus abuelos ahora muchos buscan
ingresar a la universidad", señala Alejandro Rivas. "Yo aprendí a apreciar todas las etapas de la vida, no hay que
temer a la vejez", confiesa Vania Gismondi, coordinadora del
proyecto, mientras sacude la campana que anuncia el final de las clases
2005... El bailongo será en la casa de René.
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