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Primero los viejos

Por Salvador I. Reding Vidaña, Tiempos del Mundo

Mexico

07 de diciembre de 2006

En un país con abrumadora mayoría de jóvenes como México, la presión social para encontrar ocupación a los jóvenes que se incorporan a la fuerza de trabajo es muy grande. Esto se extiende inclusive a los adolescentes que desean tener ingresos propios, sea para aportar a la economía familiar o para sus fines personales.

Pero en la cumbre de la pirámide de edad nacional, hay también un gran número de personas ‘de la tercera edad’ o ‘adultos en plenitud’, que tienen imperiosa necesidad de ocupación para mantenerse, es decir comer, vestir, alojarse y cuidar de su salud en deterioro irreversible. Considerando el avance de la medicina y del nivel de vida en general, este grupo de edad tiende a crecer, por aumentar la esperanza de vida. Sí, cada vez hay más viejos, y este fenómeno es de alcance mundial. Con bajas tasas de natalidad, la población mundial envejece.

La falta de empleos es un fenómeno también de alcance mundial, en donde para subsistir al menos, niños, jóvenes, adultos en edad de trabajar (la llamada población económicamente activa) y los mayores de 60 años buscan ocupación que les genere un ingreso. 
El problema es que las plazas de ocupación son insuficientes, y tampoco crecen para cerrar la brecha entre oferta y demanda laboral.

Al encarar este problema de falta de ocupación remunerada, en general las simpatías están a favor de los jóvenes que se incorporan a la fuerza de trabajo, y llegan a veces a ignorar por completo la terrible necesidad de los viejos en pobreza y con salud deteriorada.

Ante este panorama, la absoluta necesidad de la gente mayor de ganar algún dinero para subsistir debe ser difundida y confrontada. Hay quienes gozan de pensiones de retiro, pero la mayoría de las veces son insuficientes para vivir y medicarse sobre el nivel de subsistencia. Fuera de los relativamente privilegiados con una pensión, la gran mayoría de la población mayor de 60 años sufre hambre en amplio sentido.

Se supone que en una sana cultura familiar, los hijos (o nietos) ayudan a los viejos de la familia con dinero, pero la verdad es que la mayoría de las veces es insuficiente para necesidades básicas, y sobre todo para las crecientes necesidades de atención a la salud. 

Por estas razones, una política social en la oferta de oportunidades de trabajo debe privilegiar a los viejos. Los jóvenes, de alguna forma viven, visten, comen, se educan y hasta se divierten bajo la tutela y protección de sus padres. Las personas de la tercera edad, en cambio, tienen limitaciones que cualquier ocupación simple les puede ayudar a superar, al menos en parte. Debe aplicarse por justicia social el principio de ‘primero los viejos’.


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