4 de abril del 2007
Asesinado con varias heridas cortantes en el torso. Así encontraron anteayer el cadáver de un ingeniero jubilado de 85 años en un escritorio de su casa, donde solía firmar los contratos con los inquilinos que le alquilaban los departamentos que poseía a la par de su vivienda.
La puerta no estaba forzada, las llaves estaban puestas desde adentro en la cerradura, no faltaba ni dinero ni nada de valor y tampoco había signos de que alguien hubiese estado buscando algo.
Con lo cual fuentes policiales dijeron a LA NACION que descartan la hipótesis de un robo.
El asesinato habría ocurrido el domingo, pero sólo fue descubierto anteayer, cuando la mucama del jubilado, Carlos Goldoni, llegó, a las 9, a trabajar a su domicilio, situado en la calle Caseros 2919, de la localidad de Billinghurst, partido de San Martín.
Tocó el timbre, pero no recibió respuesta, y por el cerrojo de la puerta vio que las llaves estaban puestas. Entonces llamó al hijo de la víctima, que acudió al lugar. Cuando ingresó en la casa se encontró con el sangriento panorama.
Según una panadera del barrio, Mary Tenaglia, la víctima era un hombre que "le abría la puerta a cualquier persona; yo siempre lo retaba por lo mismo". En este sentido coincidió una de sus inquilinas, Estela, que vive, junto a su marido y su hija, en uno de los seis departamentos que el hombre alquilaba a la par de su casa. "Era muy confianzudo. Abría la puerta y hacía pasar a su escritorio a cualquiera que iba a consultarle sobre los departamentos", detalló.
Los testimonios recopilados por LA NACION no coinciden con la versión dada por la policía, que destaca que los vecinos declararon que Goldoni, que vivía y administraba las propiedades solo, tenía muy mal carácter.
"Cuando se atrasaban con el alquiler, que debía pagarse entre el 1° y el 5 de cada mes, el hombre los amenazaba con sacarlos a patadas, los maltrataba e insultaba", dijeron a LA NACION fuentes policiales, en referencia a los testimonios de sus vecinos.