Ancianos abandonados tienen una esperanza
La Hora
5 de Octubre de 2008
Ecuador
La nueva Constitución garantiza la protección, cuidado y asistencia especial para los adultos mayores, pero además sancionará el abandono de estas personas, ya sea por parte de sus familiares o de las instituciones establecidas para su atención.
En Manabí, cientos, tal vez miles de ancianos, están en situación precaria, abandonados a su suerte, esperando que la muerte los libere, sobre todo, de la
soledad.
Ángel Guillermo Rodríguez Montenegro, de 96 años, asiste hace cinco años al comedor de ancianos del colegio Cristo Rey porque no tiene forma de sustentarse: sus añoradas facultades para trabajar se esfumaron con la edad; además, ningún familiar se ocupa de él.
Miguel Ángel Viteri (90), también acude a ese comedor. Desde hace ocho años es un comensal asiduo, muy
conocido.
Ya ni siquiera rememora si alguna vez tuvo a alguien a su lado. Dice que no recuerda a ningún pariente ni nada parecido, cree que siempre ha estado solo.
Al comedor Cristo Rey, regentado por los jesuitas de Portoviejo, asisten alrededor de 70 ancianos, religiosamente, cada día. La atención se financia con las donaciones solidarias de las personas vinculadas al
plantel.
En estos momentos el almuerzo lo reciben en una sala provisional debido a que se están realizando ampliaciones para que su estadía sea más llevadera a fin de atender al creciente número de viejitos que demandan un plato de comida.
Sin seguridad
Al 2010, la población manabita con edades superiores a los 60 años, será de aproximadamente 124 mil personas. Una cifra altísima, que se concentra especialmente en la zona rural.
La situación del anciano -según un artículo colgado en la página web del Ministerio de Inclusión Social- es preocupante debido a que la mayoría no tiene cobertura en la seguridad social.
Aunque no hay datos específicos, el Sistema Integrado de Indicadores Sociales estima que apenas el 23 por ciento de los ecuatorianos mayores de 60 años está afiliado al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, entre los cuales hay preeminencia
masculina.
En 1990 los ancianos constituían el seis por ciento de la población urbana, en 2001 fueron el ocho por ciento y en la actualidad sobrepasan el 10 por
ciento.
El acceso a la seguridad social y al subsidio directo del Estado –bono de desarrollo humano- configuran la situación del anciano. Más de la mitad de quienes tienen ingresos por estas vías, están junto a sus parientes, en hogares ampliados o multigeneracionales, con sus hijos y nietos. La situación del resto es más
complicada.
El comedor Ecuador Solórzano, regentado por la Fundación de Damas Protectoras de la Ancianidad de Portoviejo, también es un refugio.
Según Ana María Salvaría, voluntaria, de las 80 personas que asisten por día, al menos 20 viven en situación de abandono. “Es realmente triste, ellos no tienen ningún sustento”.
La Constitución
>La Constitución aprobada tiene una sección de tres artículos dedicada al mejoramiento de las condiciones en que sobreviven los adultos mayores.
>El artículo 36 señala que los adultos mayores recibirán atención prioritaria y especializada en los ámbitos públicos y privado, en especial en los campos de inclusión social y económica y protección contra la
violencia.
>En el artículo 37, en las garantías que el Estado reconocerá a los ancianos, se considera la jubilación universal, además de excenciones tributarias y arancelarias cuando realicen
trámites.
>A su vez, el artículo 38 conmina a que la Asamblea Nacional desarrolle una ley que sancione el abandono de los ancianos por parte de sus familiares o las instituciones creadas para su protección.
65 años. Según la constitución esta es la edad para considerar a una persona como adulto mayor.
Un caso dramático
Para Ángel Guillermo Rodríguez no hay mejor momento que el del almuerzo en el comedor para ancianos del Colegio Cristo Rey. Allí se olvida de que se acuesta solo, se levanta solo, camina solo, de que la soledad es su única
compañera.
La mayor parte del día, Ángel se la pasa solo en su casa ubicada en la parroquia San Pablo de la capital manabita. Allí, sus amigos son sus fotos, sus recuerdos de juventud, de los momentos que disfrutó de sus hijos, de su esposa, quien dejó este mundo hace 20
años.
“La soledad es la única que me acompaña, no dependo de nadie, no tengo quien me proteja y mucho menos alguien que se preocupe por mi”.’
Dice que tiene nueve hijos, pero ninguno de ellos lo visita. También recuerda que alguna vez estuvo en el asilo de ancianos, pero “sólo aguanté un mes, porque ahí no tratan muy
bien”.
More
Information on World Elder Rights Issues
Copyright © Global Action on Aging
Terms of Use |
Privacy Policy | Contact
Us
|