El aumento del consumo de
potenciadores sexuales (la marca comercial más conocida, el Viagra)
permitieron a los adultos y adultas mayores prolongar la vida sexual
activa, pero la falta de conciencia en la importancia del uso del
preservativo sumado a las pocas o nulas campañas de prevención
destinadas al sector y la poca indagación sobre la actividad sexual por
parte de los médicos de cabecera son algunas de las posibles causas que
hicieron subir los índices de contagios de enfermedades de transmisión
sexual, como el VIH-SIDA.
Las últimas cifras anunciadas por
el Ministerio de Salud de la Nación advirtieron un aumento sostenido de
infecciones de VIH en mayores de 50 años. En 2001, los casos
diagnosticados en este grupo etario llegaban al 7 por ciento; en 2008,
trepaban casi al doble: el 12 por ciento. Y, entre las vías de transmisión
están en primer lugar las relaciones heterosexuales sin protección.
Este alza se debe a varios
factores:
* Hubo mejoras en los sistemas de estadística.
* Los tratamientos antirretrovirales prolongaron la expectativa de la vida
de las personas infectadas con VIH, quienes llegan a la vejez.
* La generalización del uso de fármacos para lograr una erección mejoró
la vida sexual en las personas mayores; pero no estuvo acompañada por una
sexualidad responsable: con el uso del preservativo al mantener relaciones
con parejas nuevas, ocasionales, amantes y/o con trabajadoras/es sexuales,
y tanto homo como heterosexuales.
* Escasez de campañas de prevención sobre VIH-SIDA destinada a los
adultos/as mayores y de jornadas y talleres de educación sexual, que podrían
recorrer los centros de jubilados/as y pensionados/as, las colonias
recreativas y culturales, entre otros lugares de encuentro. Además es un
tema demandado en los centros, que a veces puede comenzar con una broma,
pero luego se convierte en una charla de conversación, quedando ese interés
por saber más o por alguna explicación de parte de profesionales. Si
bien hay que aclarar que en algunas zonas se realizan estas jornadas, aún
no son extensivas a todos los centros y lugares que las requieren.
“El mayor problema es que no se
piensa el VIH en los adultos/as mayores. Ni ellos/as mismos se consideran
factor de riesgo ni los profesionales de la salud, quienes no indagan
sobre la vida sexual de sus pacientes; por lo que el diagnóstico termina
siendo tardío”, remarcó la médica geriatra Andrea Cassi, cabecera del
distrito III de PAMI, de la Ciudad de Buenos Aires.
Los frentes
Cassi realizó en 2004 la tesis “VIH-SIDA en gerontes. Una mirada
reflexiva”, para el Curso Superior Bienal de Especialistas en Medicina
Geriátrica, de la Sociedad Argentina de Gerontología y Geriatría (SAGG).
“Soy una médica que pregunto mucho y había notado un aumento de
pacientes (adultos/as mayores) con enfermedades de transmisión sexual,
como hepatitis B, HPV, herpes genital, y ahí empecé a investigar qué
pasaba con el VIH en la tercera edad y me encontré con un porcentaje
importante”, comentó a este Diario en víspera de conmemorarse, el próximo
miércoles, el “Día Internacional de la Lucha contra el SIDA”.
“No hay campañas serias de
prevención ni educación sexual para la tercera edad”, destacó, y
apuntó que “tampoco los médicos -incluso los cirujanos- toman
conciencia que un adulto/a mayor puede tener VIH”.
Al respecto, la profesional señaló
que “en Geriatría hay dos frentes:
* “El/la paciente que puede contagiarse, por lo que hay que hacer un
trabajo de prevención (educación para una sexualidad responsable con el
uso del preservativo, entre otros puntos).
* “El paciente que llega a viejo/a con VIH, que es seropositivo y
(gracias a los tratamientos antirretrovirales) nunca desarrolló la
enfermedad pero puede contagiar”, por lo que también hay que realizar
todo un trabajo de prevención “porque esa persona va al dentista y
nadie le pregunta sobre VIH, se opera y el cirujano tampoco piensa en la
posibilidad de VIH en una persona mayor”.
Al respecto recordó que en su
trabajo de investigación realizó encuestas anónimas a 150 médicos/as y
entre los resultados se destacó que el “69,5 por ciento de los médicos/as
no pregunta sobre sexualidad” a sus pacientes mayores, cuando “esa
indagación es el principio de todo porque se pueden detectar conductas de
riesgo” y educar para vivir una sexualidad plena y sin riesgos.También
realizó encuestas a 200 personas de 60 años y más y obtuvo que el “75
por ciento de los hombres y el 40 por ciento de las mujeres eran
sexualmente activos/as”.
“No se piensa como posible”
Frente a la pregunta si algunos síntomas de la enfermedad de SIDA suelen
ser confundidos con otras enfermedades asociadas generalmente al proceso
del envejecimiento, la geriatra respondió: “Sí, una cosa es si el SIDA
debuta con una expresión propia de la enfermedad; pero otra cosa es, por
ejemplo, si la persona tiene un trastorno cognitivo, puede ser un VIH que
está pasando a ser SIDA, y sin embargo ningún profesional en el estudio
de un trastorno cognitivo pide análisis sobre VIH”.
“Otro ejemplo, un adulto/a mayor puede debutar con un síndrome
confusional agudo y demencial, y tampoco ningún profesional piensa en un
posible VIH”, explicó.
“La base es que partimos de un
problema más grave: el adulto/a mayor no se pregunta por su sexualidad,
no tiene educación sexual; y los médicos tampoco indagan, por lo cual no
pueden medir el riesgo del/la paciente, y esto tiene que ver con un
entrenamiento médico. Al preguntar en el consultorio, quizá la persona
mayor responde que es viudo/a, no se contacta con nadie, hace veinte años
que no tiene relaciones sexuales; pero hay gente de 70 años y más que
tiene vida sexual y eso salta cuando se le pregunta si es activo/a, con
quién y si usa condón”. En este punto señaló la importancia de las
campañas de prevención y de los talleres en sexualidad para adultos y
adultas mayores “para vivir una sexualidad plena, pero con toma de
conciencia” en la protección
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