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Vejez, divino tesoro
Edgar Tijerino, El Nuevo Diario
25 de Abril de 2011
Cuba
¿En qué momento Conrado Marrero pensó que podía llegar a los 100 años? Posiblemente, después de haber vivido tan plenamente como pelotero, esa pretensión no estaba en sus planes, pero lo ha logrado al amanecer de hoy 25 de abril de 2011, y según se asegura, con cierta lucidez.
Estuve con él por última vez en 2003, en el Estadio Latino acompañado por José Luis Salmerón, del Inder, un amigo de largos años, y me impresionó con la claridad de sus recuerdos. “Fui campeón pitcher en el béisbol profesional de Nicaragua en 1957, lanzando para el León”, me dijo con sus ojos abrillantados, y más adelante, llevándose su mano izquierda a su barbilla, agregó:
“Cayasso, qué gran bateador. Fue de los más difíciles que enfrenté en aquellos tiempos de tanta brillantez en el béisbol amateur”. Fue una larga entrevista que guardo entre mis archivos después de haber sido publicada. Tito Rondón me entrega el balance de 12-4 y el 1.64 en efectividad registrado por el llamado “Guajiro del Laberinto” en 1957 desde la colina del León, regresando al año siguiente con 2-3 y 2.98, siempre con los rugidores.
Hay quienes consideran a Marrero el más grande pitcher cubano de todos los tiempos, insertándolo en un interminable tema de debate. Sobresalió siempre, en diferentes épocas y en cualquier lado, incluso en las Mayores pese a que debutó como big leaguer en 1950, con 39 años, trabajando para un equipo como los Senadores de Washington, perdedores de 87 juegos, a 31 de los Yanquis.
Marrero, que lanzó contra Cayasso y Sam Garth en las primeras Series Mundiales, que enfrentó a Marvin Throneberry y George Washington Wilson en nuestra profesional, y que fue el primer pitcher ganador en una Serie del Caribe en 1949, cuando Cuba derrotó a Venezuela, tuvo tiempo y aliento para fajarse con Joe DiMaggio, Mickey Mantle y Ted Williams, tres de los más grandes mata-pítcheres de todos los tiempos.
Tirador derecho de apenas 5 pies 5 pulgadas, artista del desconcierto con sus lanzamientos, Marrero ganó 39 y perdió 40 entre 1950 y 1954 en la Gran Carpa. Cuando vino aquí, con 46 años, su envejecimiento desaparecía cada vez que estaba en la trinchera buscando cómo sacar outs y colgar ceros.
Pitcher cerebral, dueño de suficiente sangre fría, inaccesible al miedo y con un control admirable, Marrero dejará recuerdos que el viento no podrá llevárselos. Fue una suerte verlo lanzar aquí cuando comenzaba mis estudios de secundaria.
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