Geriátricos: los ancianos en los
hogares extrañan mucho a sus familias
Escrito por Trilce
Lovislo y Jeronimo Balut, El Tribuno
21 de Abril
del 2012
Argentina
Foto: El Tribuno
Entrar
a un hogar de abuelos deja un cierto sabor
de amargura y emoción. Allí
están ellos, algunos sentados en el
parque hablando entre sí, otros
acomodando su ropa mientras esperan que
los llamen para almorzar y el resto
aguardando la visita de algún
familiar, que seguramente no
llegará.
Quienes allí trabajan no
recomiendan a las familias llevar a sus
padres o abuelos a una residencia porque
lo que ellos más quieren es estar
con sus hijos y nietos dentro del entorno
familiar.
“Sufren mucho, sobre todo cuando llegan.
Igualmente los contenemos y tratamos de
que sean felices, pero el tema es que
ellos extrañan a su familia. Lo
bueno es que en las residencias encuentran
amigos y se apoyan mutuamente porque todos
atraviesan por lo mismo”, explicó a
El Tribuno una mujer que trabaja en una de
las residencias que el diario
visitó, y añadió: “A
quienes están pensando en llevar a
sus familiares a un hogar les diría
que no lo haga. El adulto mayor debe
permanecer junto a su familia, eso es algo
irreemplazable para cualquier persona. Los
abuelos deben morir rodeados de sus
afectos, del cariño de su familia”.
En la ciudad de Salta existen 19
residencias y un geriátrico
privado, y habitan en éstos 297
personas, de las cuales el 76% son
mujeres. Conforme indican los datos
estadísticos procesados por la
Dirección de Gerontología
del municipio, el 60% de los ancianos
llega por una decisión familiar,
basada en el agotamiento del cuidador.
La diferencia entre éstos reside en
que el segundo cuenta con un servicio de
alta complejidad que brinda cuidados
especiales y atención
médico-geriátrica, y se
focaliza en ancianos que padecen
enfermedades. En cambio, las residencias
son instituciones no sanatoriales que se
dedican a albergar, alimentar, asistir
socialmente e higienizar a personas que
superan los 60 años. También
se les brinda atención
médica y psicológica.
La mayoría de los adultos que
ingresan se encuentran dentro de la franja
etaria que va desde los 71 años
hasta los 80; la segunda franja que
más ancianos agrupa es de 81 a 90
años.
María Esther dedica su vida al
cuidado de las personas adultas. Ella
tiene un hogar y afirma con tristeza que
no le gusta el rol que la sociedad hoy en
día les da a los abuelos,
refiriéndose a la falta de respeto,
tolerancia y, sobre todo, indiferencia que
sufren cuando llegan a cierta edad.
Sostiene que “los hogares son una especie
de jaulas de oro. Tienen comida, un lugar
para dormir, pero les falta lo más
importante: el afecto y el amor de la
familia”. Los mismos sentimientos
manifiesta compartir la señora
Arias, quien administra el Hogar Santa
Ana, ubicado en villa Mitre. “Me fascina
lo que hago. Es una gran
satisfacción cuando uno ve
cómo van superándose los
abuelitos a partir de uno meses desde que
ingresan al hogar. Se observan notables
cambios en el estado emocional y
físico de los abuelitos”, dijo.
En diálogo con este medio, la
directora de la Dirección de
Gerontología de la Municipalidad,
Claudia Medrano, explicó que “los
controles sobre las residencias se
realizan de manera continua. Controlamos
el estado de los hogares, la limpieza en
las cocinas y baños y el tipo de
alimentación que están
recibiendo los adultos mayores. Se trabaja
en coordinación con otras
áreas municipales y provinciales y
todas intervienen para que se garantice el
cumplimiento que exigen las normas. Se
formó un equipo multidisciplinario
a través del cual se trabaja no
solo en los aspectos de higiene y
habilitación, sino también
sobre los aspectos psicológicos y
emotivos de los adultos mayores”.
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