9 de junio
del 2012
Argentina
Sólo en
la Ciudad de Buenos Aires hay 565
geriátricos privados. Están para
atender a unos 7.000 ancianos y el aumento de la
esperanza de vida –y por consiguiente, de las
enfermedades mentales, como el Alzheimer– los
hizo proliferar: de hecho, una de las
sobrevivientes es una mujer de 100 años.
Por supuesto que la decisión de llevar a
un anciano a un geriátrico es muy dura
para la familia, no sólo porque muchos
son vistos como “depósitos de viejos”
sino porque muchas veces sus costos no dejan
opciones. En la Ciudad, los más baratos
cuestan unos 3.500 pesos mensuales, los
servicios son básicos y en ningún
caso incluyen medicamentos ni pañales. En
el otro extremo, están los
geriátricos VIP, con servicios y lujos
dignos de hoteles cinco estrellas –jardines,
sauna, jacuzzi, piscina, plasma, atención
médica personalizada– y pueden costar
unos 17.000 pesos mensuales. Si no se puede
pagar, la otra opción es inscribirse en
el PAMI y esperar una vacante en sus
geriátricos prestadores. La prioridad la
tienen los ancianos de menores recursos.
En lo que va del año, la Agencia
Gubernamental de Control del Gobierno
porteño hizo 397 inspecciones en
geriátricos y 22 fueron clausurados.
Sólo cuatro de esas clausuras se debieron
a un exceso de pacientes. En el resto de los
casos los motivos principales fueron problemas
de seguridad, como cables expuestos o
instalaciones eléctricas precarias que
–como si se tratara de un jardín de
infantes– pueden ser detonantes de accidentes
graves.