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20 años de un mal que no cesa
Por: Valeria Shapira
La Nacion, June 5, 2001
En el mundo hay 36 millones de infectados; las nuevas
terapias aumentaron la sobrevida, pero su distribución no es pareja
· La Argentina contabiliza más de 18.000 infectados, de los cuales el
72% se encuentra con vida
· Instan a proteger a los más vulnerables: las mujeres,
los niños y los pobres
El 5 de junio de 1981, el informe del Centro de Control y Prevención de
Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos se imprimió con una noticia que
cambiaría para siempre el curso de la medicina: el doctor Michael
Gottlieb informaba desde Los Angeles, California, sobre cinco casos de una
extraña enfermedad en pacientes jóvenes, inmunodeprimidos e invadidos
por infecciones oportunistas. Aunque más tarde se supo que el sida era más
antiguo y que su origen estaba en el Africa, estos casos pioneros en la
literatura médica allanaron el camino a la investigación sobre la
epidemia del siglo que pasó y, probablemente, del siglo que comienza.
En veinte años, el sida desplegó su poder
devastador: mató a 22 millones de personas, dejó más de 13 millones de
niños huérfanos y un saldo de 36 millones de personas que conviven
actualmente con el virus del HIV. Con un subregistro notorio, y en el que
no se incluyeron hasta ahora los portadores, la Argentina contabiliza
oficialmente entre 1982 y 2000 un total de 18.824 enfermos notificados, de
los cuales el 72% está vivo, el 25% ha fallecido y del 3% restante se
desconoce su condición.
También en veinte años se logró lo inimaginable: en
1983, el equipo del doctor Luc Montagnier aisló el virus en el Instituto
Pasteur de París y fue seguido por una experiencia similar por el doctor
Robert Gallo en los Estados Unidos. En abril de 1987, más de cien países
ya habían reportado casos de sida. Ese mismo año, el AZT se convirtió
en la primera droga contra el sida aprobada por la Food and Drug
Administration (FDA) de los Estados Unidos y sólo cinco años más tarde
apareció la posibilidad de combinar este medicamento con otras drogas (DDI,
DDC; 3TC, DT4). Fue el primer paso hacia las terapias combinadas que, a
partir de 1996, redujeron la mortalidad hasta en un 90%. Hoy, no menos de
veinte vacunas se ensayan en diferentes centros de investigación. Y,
aunque en términos científicos podría decirse que el sida se ha
convertido en una enfermedad crónica, en otros términos, no menos
importantes, constituye, en palabras de Peter Piot, director de Onusida,
"un desastre humano que condena a la pobreza a millones de familias"
por culpa de "las medidas tibias que no tienen efecto" contra un
mal tan virulento.
La peste rosa
En veinte años, la enfermedad que en un comienzo se llamó
despectivamente peste rosa o cáncer gay demostró que es incapaz de
discriminar entre hombres, mujeres, jóvenes o viejos. Y afiló su puntería
contra los blancos más débiles: los países del Tercer Mundo y las minorías
sin recursos de todos los rincones del planeta.
Según la Organización Panamericana de la Salud, 100 mil
personas murieron en América por causa de sida en el año 2000 y cada mes
se producen 20 mil nuevas infecciones. De los 36 millones de infectados,
casi 3 millones viven en América latina, aunque Africa es el continente más
castigado, con 25, 3 millones de personas que conviven con el virus.
En la Argentina, el primer paciente se diagnosticó
en 1982. Se trató de un hombre que había contraído el virus en el
exterior. Tres casos en el 83; cuatro en el 84, y 39 en el 86 (dos de
ellos en menores de 13 años, un indicio de que probablemente ya existían
casos de transmisión perinatal) daban cuenta del paulatino avance local
de la epidemia.
"El primer caso en una mujer se registró en 1987;
sin embargo, en 1982, ya existía un caso de transmisión madre-hijo, por
lo que suponemos que en la Argentina las mujeres comenzaron a contagiarse
casi a la par de los hombres", afirmó la doctora Mabel Bianco,
directora de la Unidad Coordinadora Ejecutora de HIV-sida del Ministerio
de Salud de la Nación.
El crecimiento en el sexo femenino se evidenció
claramente a partir de 1991 y la razón hombre-mujer pasó de 20 a 1 en el
año 2000. Los porcentajes de transmisión perinatal están entre los más
altos del continente y llegan al 6,7% de los casos.
"Muchas mujeres jóvenes contraen el virus y luego se
embarazan sin saber que están infectadas. Por eso insistimos en que las
embarazadas se realicen el test e inicien el tratamiento", dijo
Bianco.
Con políticas erráticas en materia de sida, la
Argentina no cuenta todavía con un registro anónimo de infectados.
"Estamos trabajando en eso -aseguró la funcionaria, que también
prometió que- "la campaña que lanzamos tendrá permanencia".
La Argentina firmó, en diciembre de 1994, una declaración
en la que 42 jefes de Estado se comprometieron a implementar estrategias
contra la enfermedad, que consideraron "una amenaza para la humanidad".
Algo no funcionó bien: a través de Onusida, el secretario general de las
Naciones Unidas, Kofi Annan, advirtió ayer que en estos últimos años la
respuesta global contra la enfermedad ha sido "increíblemente lenta".
Piot, por su parte, y alentando la creación del Fondo Global dotado con
10 mil millones de dólares en donaciones para que los países más
afectados puedan combatir la epidemia, recordó que actualmente "se
dedican 2 mil millones para hacer frente al mal". Ahora que el sida
está cercado -dicen los que saben- no se puede esperar veinte años para
abrir el fuego en defensa de los más castigados por la enfermedad. Por
Valeria ShapiraDe la Redacción de La Nación
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