27
de febrero de 2007
La tasa de empleo de las personas de entre 55 y 64 años es de sólo el 43%, lo que significa que un 57% de ellas está sin trabajar. Es un problema que preocupa en general a toda la Unión Europea, pues representa una pérdida de capital humano para las empresas y un coste para los presupuestos del Estado. Muchos están encantados con prejubilaciones de oro, pero muchos otros van al psiquiatra y se convierten en un problema para sus familiares.
España es uno de los países que menos aprovechan a sus séniors, laboralmente hablando. La tasa de empleo del colectivo de entre 55 y 64 años se encuentra en el 43%, una de las más bajas de los países del entorno y muy lejos de las que tienen países como EE. UU. y Japón, donde se roza el 60%. Está lejos de cumplirse el objetivo fijado por la Comisión Europea de llegar al menos a un 50% en el 2010, y se da en un contexto en el que proliferan las propuestas para retrasar la edad de jubilación ante el riesgo de quiebra de las pensiones.
Es un problema que en general preocupa a toda la Unión Europea, por la "pérdida de capital humano que representa y por la magnitud de los gastos fiscales que representa", según señala un documento publicado por el servicio de estudios de La Caixa. Su autora, Maria Gutiérrez-Domènech, reconoce que en España se ha conseguido mejorar algo esa tasa de empleo gracias a las reformas introducidas en el año 2002, en particular la mayor penalización que se aplica a las pensiones de los que se jubilan anticipadamente. Pero la tasa es todavía muy baja.
Son varios los motivos que empujan a los séniors fuera del mercado laboral. "En primer lugar, la necesidad de enmascarar los números en empresas que cotizan en bolsa", dice Miquel Bonet, profesor universitario y consejero de la empresa de trabajo temporal Select. Así, la banca y empresas como Endesa o Telefónica han hecho uso de programas de prejubilaciones tan masivos que el Gobierno ha decidido ponerles coto, aunque con excepciones tan sonadas como la de RTVE.
Otro de los motivos, añade Bonet, está en "el paradigma de rejuvenecer la plantilla, pensando que esta panacea permitirá a las empresas ser más competitivas, más flexibles y más adecuadas al marco económico de la globalización y la tecnología". Y añade que también son responsables algunos trabajadores, que se marchan encantados a cambio de una importante suma.
Algunas ofertas son realmente irresistibles. "¿Quién podía tener dudas?", admite una prejubilada del grupo Endesa. Ella se marchó a los 49 años -ahora tiene 52- con una generosa propuesta: un año sabático pagado como vacaciones, luego dos años de paro, y a partir de entonces una combinación de prestaciones del Inem y de pagos de la empresa que le permitirá llegar a los 65 cobrando una pensión equivalente al 95% del salario en activo. Está encantada con su nueva situación.
Sin embargo, no todos lo llevan tan bien. "Tengo amigos prejubilados que van al psiquiatra, que no saben qué hacer y que han perdido su autoestima", asegura Bonet. "Si la pérdida del empleo no es deseada, reaccionan mal, y se convierten en un problema familiar, normalmente la pareja es la que sufre toda la frustración -añade-. Algunos se apresuran en vivir lo que no vivieron antes, otros llenan su tiempo haciendo de canguros de los nietos o pasan el tiempo en los
parques".