Ancianos en el desamparo
El Universal
24 de febrero de 2009
Mexico
“Ya no puedo ni peinarme”, afirmó Jovita Pérez Granados, una mujer de 76 años que sólo puede moverse auxiliada de una andadera, pues pierde el equilibrio “desde que me dio una embolia”.
Ella, junto con otros ancianos, viven en casas de cartón con pisos de tierra, prácticamente en el desamparo y la zozobra, porque “no tenemos ni para mal comer”, ni dinero para conseguir las medicinas que necesitan, además de que viven en una zona de alto riesgo por inundación.
En el estado de México hay más de un millón de ancianos; muchos de ellos carecen de servicios médicos o pensiones. Entre ellos hay un grupo significativo que además no tiene familia ni algún patrimonio, por lo que literalmente viven en la calle.
Tal es el caso de los viejitos de El Torito, un asentamiento ubicado entre la zona industrial de Naucalpan y el bulevar Luis Donaldo Colosio, en donde vive un grupo de seis adultos mayores que prácticamente sólo esperan la muerte, como sucedió con su vecina Juanita, quien falleció el 16 de enero después de varios días sin comer y de que paramédicos se negaban a trasladarla a un hospital “porque estaba desnuda, sucia y apestaba”.
“Tuve que bañarla y aun así no querían subirla a una ambulancia”, en la que finalmente permaneció casi ocho horas afuera del Ministerio Público, hasta que un licenciado salió y certificó su condición de abandono, para que la pudieran atender en el hospital Maximiliano Ruiz Castañeda, donde murió dos días después de neumonía y anemia, afirmó María Rodríguez Baez, subdelegada de la zona de El Torito.
“No tenemos hijos y si los tuvimos ya ni se acuerdan de nosotros”, relataron quienes se sienten afortunados de tener un pedacito donde vivir junto al río Totolinga, cuyas aguas crecen en época de lluvias y derriban las casas de cartón de los adultos mayores.
Jovita relató que llegó a vivir a El Torito hace más de una década, “luego de que ya no pude pagar la renta de 450 pesos en una vecindad de El Molinito. Aquí, aunque mi casa es de cartón, ya nadie me cobra nada”.
Con sellos de clausura
Los cuartos de cartón y madera de los ancianos de este asentamiento irregular tienen sellos de clausura de la Vocalía de Asentamientos Humanos, “pero esos papeles ya no nos preocupan, pues dijeron que nos iban a dejar vivir aquí”, afirmó Jovita, quien habita en el lugar junto con su hija enferma.
Remedios Sánchez, un hombre que pronto cumplirá 70 años, camina de un lado a otro en busca de medicamentos para su esposa, Luz María, quien “está tumbada en la cama con calentura”. Ambos viven con los 750 pesos de una tarjeta “que da el gobierno para adultos mayores”, pero ese dinero “apenas nos alcanza para comer, pues gran parte se nos va en medicinas”, apuntó el hombre, quien lamentó que el beneficio de la tarjeta sólo será por unos meses más.
Lo mismo sucede con Celia Hernández Hernández, quien vive en el lugar con su esposo Isabel Sánchez, otro adulto mayor, quien sale todos los días a trabajar como velador; sin embargo “apenas si tenemos para hacer una comida al día”.
El DIF local no tenía conocimiento de este núcleo habitado por ancianos que viven en condiciones de extrema pobreza, por lo que Érika Martens Ortiz, subdirectora de Asuntos Jurídicos de ese organismo, indicó que realizarían un estudio social para brindar apoyo asistencial a estos adultos mayores, “que no pueden ser obligados a ir a un asilo” pues ellos tienen la capacidad de decidir sobre el sitio en donde desean vivir. Sin embargo, serán invitados a conocer un albergue en el que podrían estar seguros y con atención médica.
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