Sólo 27 por ciento de los adultos mayores en México
cuentan con ingresos provenientes de una pensión o jubilación,
pero la mayoría de éstos pertenecen a los estratos socioeconómicos
más altos mientras que la cobertura es prácticamente nula
para quienes se ubican en el quintil más pobre de la población,
advierte una investigación de la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (Cepal).
Al analizar los programas que benefician a los ancianos, el
organismo asegura que Oportunidades y el Programa 70 y más, ambos
del gobierno federal, así como la pensión alimentaria que otorga
el gobierno del Distrito Federal representan “soluciones
fragmentadas, descoordinadas, incompletas
e inconsistentes ante el creciente problema de envejecimiento de
la población y de la incapacidad del sistema de seguridad social
de garantizar ingreso a los individuos al final de su vida
productiva”.
Incluso sentencia que las reformas de los últimos 15 años
al IMSS e ISSSTE se enfocaron a mejorar la viabilidad financiera
de los sistemas de jubilaciones, pero no incluyeron las medidas
necesarias para ampliar la cobertura a la población pobre ni para
la integración de los múltiples regímenes en un sistema único,
equitativo y viable
.
La solución para atender a la población adulta debe provenir
de un sistema de seguridad social nacional y no de un conjunto de
programas administrados en distintos niveles de gobierno pero que carecen
de una visión global nacional de la situación
. Sobre todo
cuando 40 por ciento de las personas de 70 años y más no cuentan
con una pensión o jubilación ni tampoco de los beneficios de un
programa social, mientras hay duplicidad en otro 10 por ciento de
los casos porque son jubilados que además reciben recursos de
alguno de los programas mencionados, según la investigación de
la Cepal, a cargo de Gloria Rubio y Francisco Garfias.
El gasto social en México es bajo en comparación con el
promedio de la región
y el documento lo atribuye al
desarrollo histórico del país ya que la primera legislación de
gasto social que tuvo data de 1943, cuando otros países
latinoamericanos comenzaron a instaurar sus primeros sistemas en
la materia dos décadas antes.