30 años de reforma de pensiones en Latinoamerica: retos y desafios
Por
semanaeconomica.com
23 de febrero de 2011
Latin America
In
2011 se cumplirán 30 años de una de las reformas estructurales más
importantes llevadas
a cabo en Latinoamérica: la de los sistemas de pensiones. Este
camino se inició en Chile, cuando en 1981 se dejara atrás el tradicional
esquema de reparto (Pay As You Go en inglés) tras las
dificultades financieras y graves injusticias que enfrentaba, y fuera
reemplazado por uno de cuentas de capitalización individual administradas
por el sector privado. Los riesgos a los que se enfrentaba Chile, que eran
muy típicos en varios otros países, respondían a los cambios en los
patrones demográficos (incremento de la esperanza de vida y menores tasas
de natalidad), parámetros para el cálculo de las pensiones divorciados
de la realidad, insostenibilidad financiera, graves e injustas diferencias
en beneficios y contribuciones para distintos grupos de trabajadores, y
limitaciones en la cobertura.
Lo que comenzó siendo un esfuerzo valiente y en
solitario en la región durante los ochentas, terminó convirtiéndose en
un modelo a imitar dado los éxitos alcanzados. Es así que una década más
tarde, más países se sumaron a este modelo y empezaron a transitar hacia
sistemas de pensiones con componentes de ahorro individual. A la fecha, de
acuerdo a las estadísticas de la Federación Internacional de Administradoras
de Fondos de Pensiones-FIAP, se contabilizan en Latinoamérica 10 países
que han incorporado cuentas de capitalización individual obligatorias.
Los fondos privados sumaron en 2010 activos por más de 300 mil
millones de dólares y gestionan a más de 70 millones de cuentas de
ahorro para la vejez. En esa misma línea es importante destacar
el avance que desde ese entonces han tenido los esquemas de capitalización
individual privado en el mundo. Así, por ejemplo, los fondos
privados de pensiones administrados por 19 países de la OECD han superado
un volumen superior al 50% del PIB del grupo. Y
dada las presiones fiscales existentes en los países desarrollados,
seguro se incentivará más a a que la gente incremente su ahorra privado
para la vejez.
¿Cuál es el balance de estas reformas después
de 30 años? En primer lugar, la introducción de un
componente de capitalización individual de pensiones permitió
dotar al sistema de un sentido económico de equilibrio de largo plazo,
cerrando una vía importante de desequilibrio fiscal. Previamente la
reforma, gran parte de los sistemas de pensiones en Latinoamérica se
encontraban quebrados, y recibían cada vez mayores subsidios desde el
gobierno central, hecho que complicaba la gestión macroeconómica en un
contexto de alta inflación. La reforma permitió solucionar este problema,
y si bien implicó ir saldando deudas importantes de los antiguos sistemas
previsionales, la financiación a largo plazo de los mismos se tornó muy
manejable.
Un segundo elemento introducido por esta nueva
perspectiva fue el brindar una mayor eficiencia, abriendo paso a
la participación de importantes grupos financieros en la administración
de los fondos de pensiones, que trajeron know how
a la gestión de clientes, a la operatividad de los procesos y a la
administración de las inversiones. Sobre esto último, se
incorporaron, a favor del trabajador, un abanico importante de
alternativas de ahorro, a través de instrumentos financieros en el
mercado de capitales que las compañías gestionaban, lo que ha
significado rendimientos significativos. A manera de ejemplo, en las tres
décadas de vigencia del sistema de pensiones chileno, se observan
rendimientos promedio superiores al 8% en términos reales por año y en
el caso de Perú, el rendimiento real histórico anual es cercano al 10%.
Cabe tener en cuenta que previo a la reforma muchos de los sistemas de
reparto mostraban un pobre desempeño en la gestión financiera, como en
el caso de Perú que en la década de los ochentas registraba
rendimientos reales negativos cercanos al 40%, de acuerdo a un estudio del
Banco Mundial.
Asociado a lo anterior, como tercer punto, la
participación del componente de capitalización individual ha generado un
círculo virtuoso con el desarrollo del mercado de capitales,
cuyo actual nivel de dinamismo lo debe en gran medida a los fondos de
pensiones privados. Esto último, no sólo por la mayor demanda de
instrumentos financieros que este mayor ahorro requería, sino también
por el marco institucional desarrollado por la industria para las
inversiones así como al buen gobierno corporativo exigido a las empresas
sobre las que las compañías de pensiones iban a invertir. Todo ello,
dentro de un marco regulatorio adecuado, que también se tuvo que ir
fundando en este nuevo funcionamiento.
La reforma también generó una relación más
directa entre ahorro y beneficios futuros del sistema; es decir,
un sentido de derecho de propiedad que no era muy claro bajo el anterior
esquema de reparto. Esto ha generado un incentivo claro para que los
individuos aporten en su fondo de pensiones, lo que sumado a la mayor
eficiencia del sistema, se traducía en pensiones más adecuadas, dados
los rendimientos en el mercado, con riesgos acotados.
No obstante, como toda reforma, a medida que el
sistema madura aparecen nuevos retos futuros que se deben enfrentar,
muchos de ellos comunes a Latinoamérica. Un tema importante es
el de las dificultades que presentan los sistemas de pensiones
para incorporar a aquellos trabajadores que por las condiciones de
desempleo estructural en la economía o por la precariedad de su situación
laboral se desempeñan en el sector informal, hecho que limita su
posibilidad de ahorrar. Si bien la solución de los problemas del mercado
laboral e informalidad recae, en mayor medida, en decisiones de política
por parte del Estado, los sistemas de pensiones vigentes tienen el reto de
buscar alternativas dentro de la realidad donde les toca desempeñarse. En
esa misma línea está el hecho de buscar diferentes vías con el apoyo
del Estado para incorporar a los sistemas previsionales, pilares
solidarios que permitan financiar las pensiones de aquellos que se
encuentran en situación de desventaja económica. El reto acá es
contar con un esquema que en la búsqueda de mayor equidad no genere
demasiadas distorsiones, no desincentivos al ahorro, y se evite una carga
excesiva para el fisco.
Otros aspectos de no menor relevancia, están
relacionados a las dificultades ineludibles que irán imponiendo los
cambios demográficos, en particular la mayor longevidad de la población.
Esta esperanza de vivir más años requerirá de decisiones difíciles,
tales como ampliar la edad de jubilación, incrementar la tasa de ahorro a
pensiones, entre otras. Pero al mismo tiempo, se necesitará del
desarrollo en la industria de nuevos productos financieros y una gestión
de riesgos adecuada al nuevo contexto, donde una mayor desacumulación de
ahorros será cada vez más relevante.
(*) Este artículo ha sido publicado en
diferentes versiones en varios medios periodísticos de habla hispana.
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