Fracaso
la ley 100
EL
TIEMPO
Febrero
21 de 2011
Colombia
Según
el Ministro de Hacienda, en 1994, en el sector privado había 3,2 millones
de cotizantes.
Y la
población económicamente activa era de casi 16 millones.
En el 2010, según el Sigob, el número de cotizantes era de 6 millones de
personas, y la población económicamente activa de 21,7 millones.
¿Por qué será que a los ideólogos de la Ley 100, o a sus pupilos, aún
en el poder, les cuesta tanto trabajo aceptar que la reforma pensional de
1993 fracasó? Siempre se ha reconocido que el problema más serio del régimen
de pensiones de Colombia es su baja cobertura. Según el MinHacienda, en
1994, en el sector privado, había 3,2 millones de cotizantes -personas
que aportaron el último mes- y la población económicamente activa era
de casi 16 millones; la cobertura pensional era del 20,2%. Se requería
una reforma estructural a un sistema que tenía síntomas claros de
agotamiento por razones demográficas y financieras, pero, principalmente,
por sus altos niveles de desprotección de la vejez.
En el 2010, según el Sigob, el número de cotizantes era de 6 millones de
personas, y la población económicamente activa de 21,7 millones; la
cobertura pensional hoy es del 27,5%, es decir, en 16 años se incrementó
en 7,3 puntos porcentuales, 0,46, promedio, por periodo. (*1)
Más aún, el 26% de la población mayor de 60 años (Dane) tiene acceso
actualmente a una pensión, más o menos la misma cifra que existía antes
de dicha ley. Después de álgidos debates ignorados por el Gobierno
Gaviria y por el ponente en el Congreso, Álvaro Uribe Vélez, los
resultados son vergonzosos: hoy, como ayer, tres cuartas partes de la
población que trabaja no va a tener pensión. ¿Es esto un éxito?
Definitivamente NO.
Pero sí se comprueba lo que, con renuncias en mano, se pronosticó en el
duro debate de la Ley 100: no se trataba de una verdadera y necesaria
reforma al régimen pensional colombiano, sino que lo que se buscaba con
el dinero de las pensiones, del ISS básicamente, era una reforma
financiera que lograra impulsar el mercado de capitales colombiano. No fue
casualidad que muchos de los que participaron en la elaboración de la ley
consultaran a los dueños de este sector y terminaran, algunos de ellos,
trabajando para estas instituciones. La verdad es que actualmente los
fondos privados de pensiones tienen un ahorro de más de $98,8 billones,
cifra equivalente a 20% del PIB colombiano; de estos recursos, el 35,2%
corresponde a aportes efectivos ($34,8 billones) y el restante 64,8% a
rendimientos obtenidos por los fondos.
Aumentó
significativamente el ahorro financiero y esto se predijo claramente:
"en cuanto al impacto sobre el mercado de capitales, el modelo
propuesto trae consigo un aumento sustancial en el ahorro financiero
privado (...)" (*2).
Pero
surgen varias preguntas que se plantearon en su momento: ¿El aumento neto
del ahorro sería positivo? En el libro se dijo lo siguiente: "que el
alza de cotizaciones y la disminución de beneficios (que otorga el modelo
propuesto) traen como resultado la detención del crecimiento de la deuda
pensional y un posible impacto positivo en el ahorro, siendo esto cierto sólo
con respecto al modelo vigente en el ISS; al considerar el ISS con el
sector público, el resultado neto sobre el ahorro se torna negativo"
(*3). ¿Cuánto le está costando al Gobierno el pago de pensiones que
antes hacía total o parcialmente el ISS?
Según
cálculos de Ricardo Bonilla, en 2010 el ISS recaudó $4 billones y los
fondos privados $8 billones. El costo total de las pensiones ese año fue
de $12 billones 40 mil millones. Si hubiese una caja común, el déficit
de pensiones del sector privado sería de 40.000 millones, pero es de 8
billones, porque el dinero de los fondos no se usa para pagar pensiones.
El retorno permanente de afiliados de los fondos al ISS -porque las
pensiones son mejores- ha disminuido en algo el déficit. Sin embargo, lo
que sí es evidente es que este negocio ha sido pésimo para los
colombianos: nos toca pagar a todos, porque la plata del Gobierno sale de
nuestros impuestos, pero además, este le presta ese dinero a los fondos y
a otros tenedores de TES, y tiene que pagar intereses. Los fondos tratan
de llegar al límite, 40% de las inversiones permitidas en estos papeles
del Gobierno. ¿Cómo la ven? Pero ¿qué tanto se ha beneficiado la gente
de este aumento del ahorro financiero? En el caso chileno, estos recursos
financiaron gran parte de la revolución en infraestructura que ha
realizado ese país, ¿y en Colombia? Sólo hasta ahora se empiezan a ver
inversiones significativas de los fondos en áreas distintas a papeles del
Gobierno y acciones. Y esto también se vaticinó en su momento: "surgen
serias dudas e incertidumbre sobre la existencia de suficientes medios
para inversión que garanticen (...) la necesaria seguridad, rentabilidad
y liquidez"(*4). Hoy, el 35% de estos recursos están en TES, es
decir, financiando el gasto del Gobierno. ¿Es este un regio negocio para
el Estado y para el país?
Por
todo lo anterior, y por lo que falta por analizar, es fundamental que se
haya abierto la discusión, aunque de manera equivocada, sobre la situación
de las pensiones en Colombia. Para empezar, es necesario traer a colación
el documento titulado 'De trabajadores pobres a ancianos indigentes'(*5),
donde se hacían las siguientes reflexiones de las cuales debe partir el
debate -que no puede ni debe cerrarse, así al Vicepresidente le parezca
inoportuno-. Ese es el problema de muchos líderes políticos, que sólo
piensan en las siguientes elecciones y no en las próximas generaciones.
Desafortunadamente, como lo decía Carlos Fuentes, "esa frase no es mía".
Con
46 millones de colombianos, cada día seremos más una sociedad de adultos,
gracias a la transición demográfica que redujo el crecimiento de la
población de 3,2 a 1,5% al año, un triunfo de las mujeres, y nuestra única
revolución en los últimos 50 años. ¿Y qué les pasa entonces a esos
adultos? Que la sociedad no les ofrece lo que necesitan, trabajo decente y
flexiseguridad. Es decir, que existan oportunidades reales de trabajo
decente y que cuando cambien de ocupación, de acuerdo a la demanda
variable que se da en este mundo de hoy, no pierdan su seguridad social.
Lo segundo es el análisis del mercado laboral; ¿será posible tener
crecimiento con empleo y reducir significativamente la informalidad? Ese
es el gran reto en cómo proteger a los trabajadores colombianos. Después
de esto y de un repaso a nuestra fracasada historia de la seguridad
social, hay que ir a las cuentas fiscales. Pero no al revés, como se ha
hecho hasta ahora. Con tres cuartas partes de la población sin
posibilidad de pensión, llegaremos a una situación inmanejable: de 'trabajadores
pobres pasaremos a ancianos indigentes' que vivirán mucho más que sus
antepasados, y la mayoría serán mujeres. ¡A pensar en la gente ya! No más
sólo negocios con las pensiones, el punto de partida es fortalecer el
pilar solidario, observen a Chile.
*1.
Estas cifras excluyen al sector público; 2-López Cecilia, Juan Carlos
Ramírez, Análisis de las Alternativas para una reforma pensio- nal en
Colombia; 3-Ibid. P. 30; 4-Ibid. P.30; 5-López M, Cecilia, ' De
Trabajadores Pobres a Ancianos indigentes'.
CECILIA LÓPEZ MONTAÑO / Ex ministra de Agricultura.
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