Cobrar la
pensión puede que sea complicado en un
futuro en Europa pero probablemente no lo
será tanto como en KwaNogawu, un pueblo
de la región sudafricana de
KwaZulu-Natal, donde las pensionistas -mujeres
ya de avanzada edad y con una vista escasa en
muchos casos- tienen que cruzar cada mes un
río repleto de cocodrilos y con una
corriente que ha ahogado ya a varias personas
del pueblo.
Ése es el caso de Khethile Kubheka, una
anciana de 80 años que se levanta a las
cinco de la mañana y se prepara una vez
al mes para ir a cobrar su único
sustento.
Se juntan grupos de hasta cinco mujeres que se
ayudan unas a otras para solventar las fuertes
corrientes y el ataque de cocodrilos. "Es mejor
morir por la mordedura de un cocodrilo que morir
de hambre sin cobrar nuestra pensión",
dice Kubheka.
"Acabamos de enterrar a la hija de una vecina
que se ahogó arrastrada por las aguas.
Conozco mucha gente que ha muerto al cruzar este
caudal. Sin embargo, no me asusta mucho,
quizá sea un designio de Dios que
tengamos que morir así", concluye la
anciana.
Otras mujeres, por su parte, precisan: "Ya
tenemos experiencia e intentamos elegir zonas en
las que no haya animales, pero no tenemos
ninguna certeza de dónde están
cuando atravesamos las aguas", resaltan.
Generalmente, cruzar el río, que tiene
una anchura media de 100 metros, les lleva cerca
de media hora. Tampoco termina ahí su
calvario, luego les quedan dos horas de caminata
hasta la oficina donde se pagan las pensiones,
según publica el periódico
´Times´.
La realidad es que las aguas y los cocodrilos
han acabado ya con la vida de niños y
mayores en un poblado sin infraestructuras en el
que llevan años instando al Gobierno a
que les construya un puente. "La gente
está cansada ya de pedir lo mismo durante
años. Desde que soy niña hemos
exigido un puente con el que cruzar las aguas.
Esperábamos que cuando el Gobierno cayera
en las manos de Jacob Zuma [actual presidente]
nos lo harían, pero tampoco ha sido
así", dice otra mujer de avanzada edad,
Bayekile Mthonti.
Los más pequeños corren
también peligro. Muchos han quedado
huérfanos y sus tutores tienen que cobrar
las ayudas que el Gobierno da por orfandad. El
recorrido es el mismo que el de las pensiones.
En muchos casos, si son bebés, cruzan las
aguas sobre la espalda de sus cuidadores y
acaban siendo arrastrados por un golpe de agua
corriente abajo.
La vida de este pequeño pueblo de
KwaZulu-Natal se debate entre morir de hambre y
seguro en casa o arriesgarse a ser devorado por
los cocodrilos y sus profundas aguas.