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El Doble Yugo de la Pobreza en la Vejez 


MÓNICA CUEVAS URÍZAR, El Mercurio

November 21, 2004



REFUGIO.-

El aumento de los gastos y la falta de redes en la tercera edad condenan a los adultos mayores a riesgos de los que, hasta ahora, sólo se hace cargo la caridad.

Violeta Cerda (71) y Miguel Almendras (68) vivieron en su casa de Puente Alto hasta que el hambre y la enfermedad se hicieron insostenibles, hace tres años.

Ella había trabajado como aparadora en un taller artesanal de zapatos, pero los años de servicio no fueron suficientes para jubilar con una pensión mínima, por lo que recibía 36 mil pesos de pensión asistencial. Él llegó al grado de sargento primero en Carabineros y trabajó 10 años como comerciante sin pagarse imposiciones. Su pensión: 40 mil pesos.

Otros 40 mil se sumaban al presupuesto familiar por el arriendo de una casa -hasta que la propiedad salió a remate- para completar 116 mil pesos.

Lo que en buenas condiciones de salud precariamente hubiese alcanzado para sobrevivir, se hacía insuficiente con el fantasma del mal de Parkinson rondándolos a ambos. La enfermedad consumía vorazmente 58 mil pesos mensuales. La mitad del ingreso.

"Entre luz y agua pagábamos 18 mil pesos, y 7.500 pesos nos costaba el teléfono. Y con el resto comíamos como se pudiera; casi puro pan y té", cuenta Violeta Cerda, intentando de controlar su temblor.

La enfermedad llevó a Miguel al hospital por tres meses, tras los cuales necesitaba cuidados y alimentación especiales que Violeta, con su Parkinson en franco desarrollo y la plata escaseando, no podía darle. Menos aún cuando debieron abrir las puertas de su hogar a una hija de ella que enviudó y no tenía dónde vivir con sus niños.

Sintiéndose entre la espada y la pared, Violeta acudió a la Fundación Las Rosas. Miguel fue aceptado para ingresar de inmediato. Pero ella debió esperar algunos meses. Hoy el matrimonio vive en uno de los hogares de esta organización.

Las historias como ésta son pan de cada día en la Fundación Las Rosas y en el Área de Adulto Mayor del Hogar de Cristo, y evidencian que la pobreza, sumada a la vejez, es una doble pobreza. Un tema para poner en el tapete, considerando que el promedio de las pensiones en Chile es de 120 mil pesos y que los adultos mayores crecen a tasas más altas que el resto de la población.

Bajo la línea

"La pobreza tiene características distintas en la vejez porque se ve fuertemente restringido cualquier plan individual o colectivo para salir de ella; es una pobreza que tiene menos esperanzas y muy pocas opciones", explica José Miguel Guzmán, oficial a cargo del Área de Población y Desarrollo del Centro Latinoamericano de Demografía (Celade), de la Cepal.

En el caso de Miguel y Violeta fue el parkinson el que los obligó a dejar sus actividades laborales. Y una caída de ella en la escalera terminó por impedirle hacer incluso las labores de la casa.

En otros casos, una discapacidad visual o auditiva, la imposibilidad de acceder a un crédito o simplemente la discriminación por edad impiden que se integren al trabajo o generen sus propias microempresas.

Además, las redes sociales decaen y la capacidad de adaptarse a los cambios también declina.

Según los datos de la encuesta Casen 2000 -los de 2003 aún no están disponibles en Mideplan-, el 8% de los adultos mayores vive bajo la línea de la pobreza. El 6,4% es pobre y el 1,6% indigente. Pero para los entendidos, la cifra está lejos de hacerle justicia a la realidad.

"Con la vejez hay una caída brusca del ingreso y surgen necesidades que no estaban contempladas, como las de medicamentos", explica Yasmina Barría, directora del área social de la Fundación Las Rosas.

Hoy, por ejemplo, Violeta necesita para manejar su parkinson un medicamento por el que tendría que pagar 44 mil pesos (la caja de 30 comprimidos cuesta 11 mil y debe tomar cuatro diarios). Ocho mil más que su pensión. Y Miguel supera los 120 mil por concepto de fármacos. A ambos se los provee la fundación.

Por lo mismo, clasificar como pobres a quienes tienen un ingreso mensual inferior a dos canastas familiares -unos 44 mil pesos- deja fuera a un importante grupo de adultos mayores que gasta la mayor parte de su dinero en medicamentos.

Una encuesta del INP mostró que las medicinas son la segunda prioridad de gastos de los adultos mayores, después de la alimentación.

"Son tan importantes, que por pagarlos dejan de gastar en calefacción o en vestuario, y les cortan el agua o la luz", agrega Yasmina Barría.

Por otra parte, en Chile el 80% de los adultos mayores es propietario de su vivienda, lo que -paradójicamente- conspira contra los más pobres.

"Aunque las personas en la práctica sean muy pobres, el sistema de puntaje que utiliza la ficha de caracterización socioeconómica (CAS) para medir pobreza o indigencia -y, por tanto, asignar subsidios y beneficios- los excluye por el hecho de tener casa sólida, aunque no tenga puertas ni ventanas", explica María Inés Parga, coordinadora del Área de Adulto Mayor del Hogar de Cristo.

Las carencias no pasan sólo por la falta de recursos propios para satisfacer sus necesidades, sino por la dificultad de acceder a los beneficios dispuestos para ellos. "La gente puede tener una atención de salud disponible y gratuita desde el punto de vista formal, pero que esto se concrete es difícil, porque hay que hacer filas en el consultorio, no tienen cómo llegar, no poseen la información o las habilidades para manejarse en un ambiente que les puede ser hostil, o no se les atiende adecuadamente", explica José Miguel Guzmán, del Celade.

Lo ve a diario el Hogar de Cristo en adultos mayores que no pueden llegar a pie a los consultorios, no tienen quien los acompañe ni el dinero para acudir en el transporte público, y terminan postrados en sus casas. O peleando un cupo en las listas de espera de los hogares de beneficencia, de por sí escasos porque demandan un alto costo y no reciben aporte del Estado.

Igual de dramática es la situación de los indigentes que caen hospitalizados en los servicios públicos y que no tienen dónde ser dados de alta, sumándose entonces a las listas de espera de los hogares.

Servicios intermedios

"Lo que falta en Chile son servicios intermedios de apoyo a los adultos mayores y sus familias, y personal especializado en su atención", opina María Inés Parga, del Área de Adulto Mayor del Hogar de Cristo. Esta institución ha tenido una experiencia exitosa a través del Programa de Atención Domiciliaria, que apoya a adultos mayores frágiles según sus necesidades específicas -con medicamentos, compañía, alimentos, pañales etc.- para que puedan permanecer en sus familias. Además, cuenta con centros de atención, donde los mayores pueden permanecer durante el día realizando actividades, socializando y recibiendo alimentación, mientras sus familiares trabajan.

En este mismo ámbito piensa incursionar la Fundación Las Rosas y también el Estado. El Servicio Nacional del Adulto Mayor está esperando un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo para crear una red de centros diurnos para mayores.

"La pobreza no es sólo la escasez de ingresos, sino la enfermedad, la exclusión, la discapacidad, la situación de vivienda, el entorno ambiental", dice María Inés Parga, del Hogar de Cristo.

Por eso los expertos coinciden en la necesidad de modificar la evaluación de la pobreza y establecer estándares de satisfacción y bienestar en la vejez. "Necesitamos definir canastas por edad para tener indicadores específicos de pobreza en los viejos, de manera que no se determine en función del promedio del hogar, sino de sus necesidades. Probablemente esa canasta tendría un componente importante en términos de salud", indica José Miguel Guzmán, investigador de la Cepal.

Un estudio de calidad de vida en la tercera edad, realizado por la Universidad Católica, arrojó que el factor de mayor peso en la percepción del bienestar es el ingreso, por lo que se sugiere un aumento de las pensiones.

Cuadro complicado si se piensa que sólo el bono de invierno de 10 mil pesos que se pagó este año a los jubilados le costó al bolsillo fiscal 10 mil millones de pesos. Por eso el INP está estudiando formas indirectas de mejorar la economía de los adultos mayores, a través de convenios con empresas, especialmente farmacias y firmas del rubro alimentario.

ALTOS COSTOS

EN CHILE los hogares para ancianos pobres no reciben aportes del Estado. Mantener a un anciano autovalente cuesta a las instituciones de beneficencia unos 170 mil pesos, y a uno postrado, alrededor de 300 mil.

MEDICINAS son la segunda prioridad de gastos de los adultos mayores, después de la alimentación, según datos del INP.


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