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Jóvenes del Sur garantizan vejez segura

Por Mario de Queiroz

El Argentino

European Union

19 de octubre de 2006

La Unión Europea, cada día más vieja y con menos contribuyentes a la seguridad social, vislumbra en los jóvenes inmigrantes del Sur la solución para completar las cotizaciones necesarias para cubrir la carga de pensiones de sus ancianos. Muchos estudios han anunciado la inminencia de una crisis del sistema de seguridad social, la cual podría ser evitada gracias a los miles de inmigrantes del Sur del mundo, que contribuyen con su trabajo al bienestar de las sociedades del hemisferio Norte. 

Esta es una de las conclusiones de consenso de la XI Conferencia Internacional de Migraciones, que reunió en Lisboa a 700 destacados investigadores, activistas de la sociedad civil, y dirigentes políticos de los cinco continentes, cuyo común denominador es la defensa de la inmigración “humanista y responsable”. 

Según el informe económico y social de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre migraciones internacionales, divulgado a fines de 2004, “los inmigrantes dan una contribución sustancial para aliviar la carga fiscal de las generaciones futuras en países de Europa con baja fertilidad”. 

Un caso demostrativo lo constituye España, país con 42 millones de habitantes en el que, según la profesora Rosa Aparicio Gómez, de la Universidad Pontificia de Comillas, en el periodo de 1996 a 1998, el Estado registró un saldo positivo anual de entre 1. 152 y 1. 408 millones de dólares, gracias a los inmigrantes. 

Un estudio divulgado el año pasado por el investigador André Corrêa d’Almeida, del Observatorio de la Inmigración, revela que en Portugal, con un cuarto de la población de su vecino ibérico, el fisco recaudó entre los trabajadores inmigrantes 413,5 millones de dólares en 2001. 

España y Portugal son solo ejemplos de una realidad que se repite en otros países, como Alemania, Francia, Italia, Suiza, Bélgica, Holanda, Luxemburgo y los escandinavos, principales destinos de los trabajadores del hemisferio Sur. 

Estos datos echan por tierra los argumentos que respaldan normas cada día más restrictivas por parte de los países europeos para conceder visas y refugio, e incluso para levantar muros. 

La sustentabilidad de la seguridad social europea será tarea conjunta y nada fácil, porque según estudios divulgados esta semana por Eurostat, el sistema estadístico de la UE, dentro de cuatro décadas, tres de cada 10 ciudadanos van a tener más de 65 años. Dentro de 44 años, la población de la UE con más de 65 años podrá llegar a los 130 millones, un envejecimiento notable comparado con los actuales 75 millones por encima de esa edad y con los 66 millones registrados en 1995, antes de la ampliación del bloque a 25 miembros. 

Los más ancianos son los italianos, seguidos por españoles, alemanes, griegos y portugueses, indican las estadísticas. Las mujeres son más longevas que los hombres, y entre ellas las que viven más son las finlandesas, húngaras y portuguesas. 

Ante esta situación, la inmigración aparece como tabla de salvación para dos o tres generaciones de europeos que, de otra manera, no tendrían ninguna posibilidad de ofrecer un ocaso de vida digno a sus padres y abuelos. 

De acuerdo con las últimas estimaciones de la ONU, el número de personas que han dejado su país de origen rumbo a otro se duplicó entre 1960 y 2005, calculándose en la actualidad en 191 millones los “inmigrantes internacionales”. 

Europa continental alberga entre seis y ocho millones de inmigrantes indocumentados, en Estados Unidos más de 11 millones en situación irregular, y en todo el mundo la cifra se calcula entre 30 y 40 millones de personas, sostuvo Demetrios Papademetriou, presidente del Migration Policy Institute, con sede en Washington. 

En la actualidad, “los movimientos migratorios internacionales son sobre todo entre ciudades”, explicó el investigador del CEG, quien calificó este fenómeno como “una ventaja a nivel de integración”. 

En América, Europa y África, “las metrópolis son hoy cada vez más parecidas entre sí, en sus infraestructuras, servicios y en las relaciones sociales”, por lo que “cuando aterrizan en el viejo continente, los inmigrantes reconocen cosas tan simples como los transportes o las marcas de ropa, todas cosas familiares en el mundo globalizado”. 

Los últimos censos realizados en grandes ciudades europeas indican que las migraciones se concentran en las metrópolis. En París, los inmigrantes constituyen 14,5 por ciento de la población, frente a 5,6 en el ámbito nacional, en Ámsterdam, 48 por ciento, frente a 17 por ciento en toda Holanda, en Francfort, 27,8 contra 8,9 por ciento en Alemania. 


El motivo es siempre el mismo: las ciudades prometen más oportunidades de trabajo y de movilidad social, así como mayor facilidad de encuentro con personas del mismo país. 

Se defiende la necesidad de “dar alma a los sitios”, por lo que las comunidades inmigrantes deben ser estimuladas para desarrollar sus negocios. “El pequeño comercio juega un papel muy importante”, así como los lugares de diversión y los centros deportivos, actividades que “más aproximan globalmente a las personas”. 

”Los inmigrantes de Angola o de Brasil que hoy se radican en Lisboa, por ejemplo, pasaron primero por ciudades de sus países de origen, tales como Luanda o Belo Horizonte”, añadió la investigación al recordar que “algo bien diferente ocurría en la década de 1960, cuando los portugueses salían de sus aldeas hacia París, que para ellos era otro planeta”.


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