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200 ancianitos mueren atropellados anualmente

La Tribuna


4 de julio de 2010 

Honduras

 

 

“¿Subo 30 gradas o cruzo la calle corriendo?”, se preguntan a diario miles de adultos mayores, observando con tristeza la velocidad con que pasan los automóviles en calles y bulevares, pero también los empinados escalones de los puentes peatonales capitalinos.

Según el Observatorio de la Violencia del Instituto Universitario de Democracia, Paz y Seguridad, del total de ancianos que expira en eventos de tránsito, más del 78 por ciento fallece luego de ser arrollado por un automóvil.

“Los lugares donde ocurren más atropellamientos son por lo general vías rápidas, como el anillo periférico, los bulevares, en especial el Fuerzas Armadas, también cerca del Instituto Central “Vicente Cáceres’”, informó el subinspector de la Dirección Nacional de Tránsito (DNT), Ismael Velásquez.

El subinspector explicó que la mayoría de muertes por atropellos se produce en época de lluvias, por lo general debido a la imprudencia del peatón y, paradójicamente, cerca de un puente peatonal.

El año pasado perecieron en accidentes viales 187 hombres y mujeres mayores de 60 años, “que equivalen a un relevante del 15.6 por ciento y en ellos los adultos mayores de 65 años, con un aporte de 142 fallecidos, la mayoría por atropellamiento”, se advierte en el informe del Observatorio de la Violencia.

INFRAESTRUCTURA

Muchos ancianos con enfermedades óseas e hipertensión se agotan en extremo al subir un par de gradas y por eso prefieren arriesgar su vida al cruzar lentamente entre los autos en marcha para poder cruzar una calle.

La Ley Integral de Protección al Adulto Mayor y Jubilado señala que una de las atribuciones de la Dirección General del Adulto Mayor es promover la eliminación de las barreras arquitectónicas para el adulto mayor y jubilado en la planificación urbana y las construcciones en general. Sin embargo, los miembros de ese segmento de la población carecen de vías acopladas a sus capacidades.

Don Santos Francisco Aguilar, de 78 años, expresó que “a mí me cuesta mucho subir por los puentes peatonales porque paso con dolor de huesos; cuando mi hijo me acompaña sí subo, porque me va agarrando pero yo solo no, porque me da miedo caerme”.

El adulto mayor vive en la colonia El Carrizal de Comayagüela y cuenta que en más de alguna ocasión ha estado cara a cara con la muerte, por atreverse a cruzar la calle de un bulevar.

“Una vez casi me atropella un taxi, yo dije: ‘hoy sí, ya me morí’; pero gracias a Dios que el motorista frenó”, recordó don Santos, mientras esperaba un autobús en el sector de Las Brisas.

SOLUCIONES

El artículo 93 de la Ley de Tránsito establece que “los peatones no pueden cruzar la calzada de manera diagonal o dentro del área de la intersección de calles”.

Asimismo, “los ancianos, discapacitados, los escolares y los menores de doce (12) años tienen derecho preferente de paso en todas las intersecciones y zonas demarcadas para tal efecto, debiendo ser auxiliados en todo momento”.

“Los peatones sólo pueden cruzar la calzada cuando no se aproximen vehículos y puedan efectuarlo con seguridad”, se aclara en la ley, por lo que los adultos mayores tienen el deber de ser prudentes y no exponer su vida.

Si muchos mayores no pueden subir por los puentes peatonales ni cruzar las calles corriendo, ¿qué solución les ofrece la sociedad? Sencillamente una que no precisa de ningún presupuesto, ya que para ellos la “vía” más segura es la mano solidaria de un familiar, un ciudadano o un policía.

La agente Estela Zelaya expresó que “la Policía Femenina es un ente que se creó primordialmente para dar atención a los adultos mayores y a los niños. Uno, hasta de civil, debe mostrar principios y si yo veo a algún anciano que intenta cruzar una calle, le digo: ¿Se va a cruzar, abuelo? y le ayudo, no hace falta andar un uniforme para ser solidario”.

La uniformada declaró que auxiliar a un adulto mayor para que cruce una calle “es cuestión de principios cristianos” y una de las actividades cotidianas de las policías.

“Aquí, cuando algún anciano se encuentra extraviado, le buscamos un refugio, un albergue, incluso cuando la gente encuentra a un ‘viejito’ en dificultades aquí los vienen a dejar y nosotros los remitimos para los albergues porque aquí es bien reducido”, lamentó Zelaya.

Mientras haya buenos corazones no faltarán las manos amigas para proteger la vida de un abuelito, obsequiándole apenas un par de minutos.
 

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